El fósil de una nueva especie de dinosaurio herbívoro de gran tamaño, cuya principal característica es una cresta alargada y grande, fue hallado en Coahuila.
Paleontólogos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y de Saltillo participaron en el descubrimiento del primer parasaurolofino reportado en México, ya que este género de dinosaurio sólo se había encontrado en Estados Unidos y Canadá.
De acuerdo con los estudios, el singular ejemplar vivió hace 72 o 73 millones de años en lo que actualmente es Coahuila, donde se encontró sepultado en buen estado de preservación como para describirlo de forma adecuada, explicó Ángel Alejandro Ramírez Velasco, estudiante de doctorado en el Instituto de Geología (IGl) de la UNAM y uno de los descubridores del fósil.
La nueva especie fue nombrada Tlatolophus galorum, lo que se traduce (del náhuatl y el griego) como “cresta palabra”, debido a la peculiar forma de la parte superior de su cráneo. El hallazgo fue reportado en la revista Cretaceous Research.
Ramírez Velasco explicó que el nombre rinde homenaje a la vírgula, símbolo utilizado por los pueblos mesoamericanos para representar la comunicación, y también hace referencia a esa función comunicativa de un tipo de dinosaurios con cresta que, al tener numerosas conexiones con la tráquea y la nariz, emitían un sonido parecido al de una trompeta.
“Sabemos que algunos dinosaurios crestados tenían la capacidad de recibir sonidos de baja frecuencia, por lo que debieron ser platicadores. Algunos paleontólogos teorizan que emitían sonidos fuertes para asustar a los carnívoros o con fines de reproducción, lo que sugiere que las crestas lucían colores vistosos”, enfatizó.
Trabajos
“Desde 2013 paleontólogos del INAH nos buscaron para colaborar en la limpieza y descripción de una cola articulada hallada en el ejido Guadalupe Alamitos, municipio de General Cepeda, en Coahuila. Excavamos y encontramos unos 38 huesos, entre ellos un fémur, cintura pélvica, escápula y una pieza con forma de gota o paleta que creí que era un pubis y resultó ser un cráneo dotado de una cresta muy prominente y distinta de la que tienen otras especies”, narró Ángel Alejandro Ramírez.
Junto con los investigadores del IGl, René Hernández Rivera y Jesús Alvarado Ortega (este último tutor del doctorante), desde aquel año, Ramírez ha estudiado y limpiado los huesos hasta completar el 80 por ciento del cuerpo del animal.
A partir de 2019 realizó una limpieza más fina en el IGl, lo que facilitó tener información de la anatomía del dinosaurio, así como confirmar la presencia de la cresta que sobresalía de la parte posterior del cráneo.
“Obtener la cabeza del fósil fue un tiro de gracia. Siempre es asombroso saber qué te va a permitir el fósil, qué tanta información te va a enseñar, porque todo depende del modo de preservación de la pieza”, señaló el especialista universitario.
Otras partes descubiertas con el cráneo y la cresta fueron las mandíbulas inferiores y superiores, el paladar y un segmento llamado neurocráneo, dentro del cual estaba el cerebro del animal.
Los estudios de Ramírez Velasco y sus colegas mostraron que la cresta y la nariz eran distintas a una especie conocida como Velafrons y más parecida a la del género de los parasaurolofinos.
Para concluir, comentó su deseo de que este trabajo “sea un aliciente para que otras generaciones vean que sí se puede, no es necesario irse a Estados Unidos o Canadá. Aquí en México hubo dinosaurios y seguramente hay más especies que esta y muchas más por descubrir”.