En su artículo del pasado 15 de mayo, Gustavo Leal cuenta los abusos que cometen las aseguradoras con quienes adquieren pólizas de gastos médicos mayores. Los permiten las autoridades que no regulan tales negocios. Así, las pólizas aumentan desproporcionadamente cada año. Y más, so pretexto de la pandemia. Ahora la instancia oficial responsable de supervisar las aseguradoras está a cargo de Norma Alicia Rosas. Antes lo fue de la institución que las aglutina y criticó, entre otras cosas, la unión maléfica de aseguradoras, hospitales y médicos para aumentar utilidades. Nada hizo para evitarla. Ahora, incrustada en la Cuarta Transformación (4T), Norma Alicia tiene la obligación de velar por el interés ciudadano.
Por la pandemia las trasnacionales farmacéuticas obtienen utilidades estratosféricas. Ello me alienta a divulgar la crítica que en las redes sociales se hace sobre el consumo extremo de medicinas por consejo de galenos que, en vez de cuidar la salud del paciente, laboran para las trasnacionales. Doy así un respiro a los lectores que cada lunes reciben con mi texto un baño de malas noticias ambientales.
Don Pancho se encontraba bien de salud, hasta que su esposa, a sugerencia de una amiga, le dijo: “Pancho, vas a cumplir 68 años, es hora de que te hagas una revisión médica”.
“¿Para qué?”, contestó él. “Me siento muy bien.”
“Por la prevención; debes hacerla ahora cuando todavía te sientes joven”, contestó la esposa.
Por eso Pancho fue a consultar al médico, el cual le mandó hacer todo tipo de exámenes.
A los 15 días, el doctor le dijo que estaba bastante bien, pero que algunos valores referidos en los estudios podían mejorarse. Así, le recetó atorvastatina para el colesterol, losartán para el corazón y la hipertensión, metformina para prevenir la diabetes, y unospolivitaminicos para aumentar las defensas. También loratadina para la alergia. Como los medicamentos eran muchos y debido a que tenía que proteger el estómago, le indicó omeprazol y un diurético para los edemas.
Pancho se gastó parte importante de su pensión en medicinas. Y como no recordaba si las pastillas verdes eran para la alergia y debía tomarlas antes o después de las cápsulas para el estómago; si las amarillas para el corazón se ingerían durante o al terminar las comidas, regresó donde el médico. Éste, luego de hacerle una explicación sobre las medicinas que tomaba, lo notó un poco tenso, por lo que le agregó alprazolam y sucedal para relajarlo y que durmiera profundo.
En lugar de mejorar, Pancho estaba cada día peor. Tenía las medicinas en el aparador de la cocina y casi no salía de su casa porque no pasaba momento del día que no tuviera que tomar alguna. Para su mala suerte, a los pocos días se resfrió y su mujer lo mandó a la cama. Pero esta vez en lugar de té de tila, la canela o el limón con miel, llamó al médico, el cual le dijo que no era nada. Pero le recetó un Tabcin de día y de noche, y un Dimetap con efedrina. Como le dio taquicardia, le agregó atenolol y un antibiótico: amoxicilina de un gramo cada 12 horas por 10 días. Con lo cual le salieron hongos y herpes y para combatirlos le recetó fluconazol.
Don Pancho se puso a leer los prospectos de todos los medicamentos que tomaba y se enteró de las contraindicaciones, las advertencias, las precauciones, las reacciones adversas y los efectos colaterales. Lo que leía eran cosas terribles. No sólo podía morir, además tener extrasístoles ventriculares frecuentes; sangrado, náuseas, hipertensión, insuficiencia renal, parálisis, cólicos abdominales, alteraciones mentales y otro montón de cosas.
Asustadísimo, don Pancho llamó al médico quien le indicó que no tenía que hacer caso a esas advertencias porque en los laboratorios las ponían por poner. “Tranquilo, don Pancho, no se excite”, le señaló el doctor, mientras le hacía una nueva receta con Rivotril, y un antidepresivo, sertralina, de 100 mg. Y como le dolían las articulaciones, diclofenaco.
Tan mal se puso, que un día Pancho se murió. Su esposa se consuela diciendo que por fortuna, lo mandó con el médico a tiempo. Si no, seguro que se hubiese muerto antes. Si no hubiera tomado ese arsenal de medicamentos y seguido con su régimen tradicional: pescado, pollo, lechuga, aceite de oliva, frutas, verduras de todos los colores, poca sal y azúcar, una copita de vino tinto o de mezcal, y caminando una hora al día, estaría vivo y las farmacéuticas con menos utilidades.