El gobierno de España acaba de lanzar un documento titulado: España 2050, Fundamentos y propuestas para una estrategia nacional de largo plazo. El propósito del documento está expresado al inicio, cuando señala que: “En las últimas tres décadas, nuestro país ha logrado recortar la distancia que le separaba del pelotón europeo hasta converger, en la mayoría de los indicadores, con la media de la UE-27. Ahora toca ser audaces, pedalear más fuerte y sumarnos a la vanguardia que forman los países más avanzados de Europa, aquí recogidos bajo la etiqueta “UE-8” (Austria, Alemania, Bélgica, Dinamarca, Finlandia, Francia, Países Bajos y Suecia).”
Para ello se han requerido 597 páginas de texto, más otras 64 de bibliografía y la aportación de un centenar de expertos. Parece muy complicado que un planteamiento estratégico de estas dimensiones, pretendidos alcances y amplio repertorio de especialistas pueda ser efectivo. Otro asunto tiene que ver con la perspectiva temporal, que se contempla; ¿Qué tan flexible puede ser la definición del largo plazo? ¿Cómo se fija el horizonte temporal de un plan? ¿En qué marco político y social se establecen las prioridades? ¿Puede renunciarse a un plan que establezca una cierta dirección? ¿Quién participa y cómo la hace?
Estas circunstancias se confrontan de modo muy apreciable, por ejemplo, con el ejercicio de prospección global que desde la década de 1970 hace la empresa multinacional Shell International B.V.; una compañía de petróleo, gas y otros productos. La finalidad de la prospección, según Shell es explorar las formas de acción y tomar mejores decisiones; la pregunta que se hace es: “¿Qué pasa si? Así de sencillo y complejo a la vez. Se consideran, pues, situaciones que pueden ser sólo posibilidades remotas y a partir de eso se amplían las perspectivas y las formas de pensar. En 2008, por ejemplo, Shell publicó sus Escenarios energéticos en 2050 y ocupó apenas 43 páginas, llenas de cuadros y gráficas.
Hay un asunto cultural en la forma de concebir un plan y una estrategia de esta naturaleza. Este es un asunto de mucha relevancia, es decir, la capacidad de proponer del modo más preciso posible los conceptos y las nociones y expresarlo de la manera más directa y, sobre todo, útil para la práctica. Tender líneas de pensamiento que se entrelacen para provocar y, también, cercar las opciones asequibles: Establecer las opciones deseables, así como las necesarias, diferencia esta última que no debe confundirse; argumentar por qué lo son, abrir los espacios para hacer y generar oportunidades y no para concentrar el poder y las visiones de lo que es un país, siempre más grande que un individuo. Nadie tiene la capacidad de abarcar y comprender todo. No es lo mismo tener un plan articulado que empeñarse en una serie de medidas particulares sobre distintos asuntos de interés colectivo.
Se trata de proyectar cómo los gobiernos, empresas, entidades sociales de diverso tipo, adviertan las posibilidades que yacen delante y siempre en un entorno incierto. Puede añadirse aquí, enfáticamente, que esa incertidumbre suele ser de índole radical, es decir, corresponde a condiciones que se definen más allá de que no se sabe qué va a pasar, sino que ni siquiera se sabe que no se sabe. El riesgo es muy distinto de lo incierto y eso no debe olvidarse empírica ni políticamente.
El ejercicio de prospección es clave para un país, una sociedad y un gobierno. La prospección establece criterios para fijar metas de desarrollo; parámetros del bienestar de la población; uso estratégico de los recursos materiales; acopio de recursos financieros para plasmarlos en proyectos e inversiones; desarrollos del conocimiento y la cultura; el fortalecimiento de las instituciones y de las leyes; la consecución de la seguridad pública y privada.
Si prospectar es difícil para el caso de una empresa, es endiabladamente complicado para un gobierno. Una visión y un plan para un país llevan necesariamente a las nociones de mapa y de territorio. Pero también alude a la idea compleja de un archipiélago. La geografía no es destino, pero es un elemento crucial de una estrategia y del horizonte de largo plazo de una nación. En México, este factor es muy significativo en un sentido endógeno y por la extensa frontera con Estados Unidos.
Las condiciones tecnológicas, financieras, los patrones de consumo, los reacomodos políticos, las relaciones sociales, la dinámica demográfica, las exigencias para tener empleo e ingresos, se están redefiniendo a una gran velocidad.
Hay que encender las luces largas de la sociedad, combinarlas en ciertas situaciones con las luces de niebla y eludir las condiciones en que se requieran permanentemente las luces de emergencia que, por cierto, en México llamamos las “calaveras”. Toda decisión que se toma hoy repercute en adelante, también, claro está, las que no se toman. Ese es el dilema y, por supuesto, que el contenido es crucial, como es la manera en que se decide