Como ha sucedido en prácticamente todas las crisis económicas registradas a lo largo de las últimas cuatro décadas, la “solución mágica” a todos los problemas por ellas generados fue y es que los gobiernos neoliberales se endeuden hasta la coronilla para “inyectar” liquidez a los mercados financieros y a los grandes corporativos, para de inmediato pasar la factura a los mortales que son obligados –les guste o no– a pagar el cada vez más oneroso costo económico y social de dicha práctica.
¿Resultado? Corporativos cada vez más ricos, bancos cada vez más poderosos y un mercado financiero que sólo responde a las directrices de esos grupos oligopólicos, mientras en la comunidad de naciones las arcas nacionales, la perspectiva de crecimiento y desarrollo, y el nivel de bienestar de la población, de por sí en la lona, se hunden crisis tras crisis.
¿Qué ha sucedido con la pandémica crisis que vive el planeta? Exactamente lo mismo que en las sacudidas previas, es decir, el nivel de la deuda crece como la espuma, mientras la economía y la población de los países –los subdesarrollados en primera línea– registran caída libre.
La Jornada lo reseñó así en su edición dominical: “la primera respuesta de política económica que predominó en el mundo para enfrentar la crisis derivada de la pandemia de Covid-19 –inyectar liquidez a los mercados financieros y contratar deuda pública– terminó por beneficiar a los grandes capitales especulativos. Y, a la vez, fue el germen de una trampa cuyo efecto se verá en los próximos años, plantea Eric Toussaint, presidente del Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas, organización con sede en Lieja, Bélgica.
“Las clases populares, ya afectadas por la pandemia, se enfrentan a cambios que las van a dañar más todavía, dice Toussaint. Es claro que la crisis de 2020 es diferente a la de 2007-2009, pero hay una repetición de políticas que fundamentalmente favorecen al gran capital y a las grandes corporaciones. En este caso no es solamente a los fondos de inversión y la banca privada. Hay que añadir esta vez a las grandes farmacéuticas” (Roberto González Amador).
En efecto, el Banco Interamericano de Desarrollo ha documentado que sólo en 2020 la deuda pública de América Latina y el Caribe aumentó 14 puntos porcentuales del producto interno bruto regional, al pasar de 58 por ciento en 2019 a 72 por ciento al cierre de diciembre de ese año (y la cuenta se mantiene al alza), y en un escenario central seguirá aumentando hasta llegar a 76 por ciento hacia 2023. Además, entre un año y otro los déficits fiscales totales se incrementaron, en promedio, 5.3 puntos porcentuales del PIB. “Una preocupación natural es si los altos niveles de deuda pueden llevar a una repetición de los años 80”, la llamada década perdida, subraya el organismo.
Y no es el único, porque la Cepal advierte que “se ha acelerado la tendencia alcista de la deuda pública en América latina y el Caribe ante un escenario fiscal complejo. El débito aumentó considerablemente durante todo 2020, arrastrado por los déficits fiscales históricos que se registraron luego de la puesta en práctica de los paquetes de asistencia dirigidos a la población y las empresas. Al concluir ese año la deuda pública bruta del gobierno central alcanzó en promedio 56.3 por ciento del producto interno bruto en América Latina, cifra 10.7 puntos porcentuales superior (con relación al PIB) a la registrada al cierre de 2019”.
En 2020, los niveles de endeudamiento público de América del Sur y el grupo de países compuesto por Centroamérica, México y la República Dominicana alcanzaron 59.3 y 53.2 por ciento del PIB, respectivamente. En Argentina (la herencia de Mauricio Macri contribuyó de forma brutal) llegó a 104.5 por ciento; Brasil, 89.3; Costa Rica, 67.9, y Uruguay, 61.5. Esa misma “solución mágica” neoliberal ha incrementado sostenidamente los de por sí elevadísimos niveles de pobreza, de tal suerte que esa ruta ha condenado a millones y millones de personas a la miseria permanente.
Las rebanadas del pastel
Bueno, de crisis en crisis, y gracias a la “solución mágica”, los barones mexicanos (marca Forbes) amasaron fortunas de ensueño, mientras el país se hundía cada vez. Por ejemplo, dos de ellos: el tóxico Germán Larrea la incrementó en más de 2 mil 400 por ciento y Carlos Slim en mil por ciento, y contando.