Una pregunta reverbera desde el fin de la Primera Guerra Mundial hasta hoy en los campos del arte, la ciencia y la cultura: ¿cómo resolver el problema de la conducta humana destructiva?
Una de las pioneras en formalizar tal interrogante fue la siquiatra rusa de origen judío Sabina Spielrein (1885-1942), quien desarrolló ese planteamiento en su obra La destrucción como origen del devenir, cuya traducción al español, auspiciada por la Universidad Nacional Autónoma de México, fue presentada este viernes como parte de El Aleph Festival de Arte y Ciencia, en su eje Salud mental en el siglo XXI.
El acto consistió en un conversatorio virtual en el que participaron Rosa Aurora Chávez, del Instituto Nacional de Siquiatría Ramón de la Fuente; Isaura Leonardo, especialista en literatura y enfermedad; Jesús Ramírez-Bermúdez, del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía, y Florencia Molfino, traductora del libro.
Los participantes resaltaron la injusticia histórica que se ha cometido contra aquella especialista, quien no obstante de ser pionera del sicoanálisis, la siquiatría y la sicología en general, y de haber interactuado con grandes personalidades de esos campos en la primera mitad del siglo XX, “ha sido olvidada” por nuestras tradiciones académica y literaria.
“Fue interlocutora de Sigmund Freud, anticipó el concepto de pulsión de muerte que él formula en 1920 y donde la cita; fue también paciente de Carl Gustav Jung y trabajó mucho con él. Pero, de esas interacciones tempranas con estos fundadores del sicoanálisis, Sabina desarrolla su propia obra conceptual”, explicó Jesús Ramírez-Bermúdez.
Conecta a Freud y Jung
Ella “trabaja el tema de la pulsión de muerte con su propia terminología y guión conceptual, en el que plantea el origen de la destrucción y el devenir; plantea conexiones muy interesantes entre el pensamiento freudiano y el junguiano, pero sobre todo su propia concepción personal. Es una filósofa por derecho propio, una pensadora muy innovadora, original, que además tuvo ramificaciones formidables a lo largo de su obra”.
El científico recordó que Sabina Spielrein fue, además, terapeuta de Jean Piaget, el padre de la epistemología genética; su trabajo en Rusia, donde influyó de manera muy importante colaborando con Aleksandr Lúriya y Lev Vygotski, los padres de la neurosicología y la sicología en aquel país; el trágico final de sus días, al perecer en el genocidio contra los judíos.
Según Rosa Aurora Chávez, apenas en décadas recientes se ha comenzado a reconocer el legado y la contribución de esa especialista en el sicoanálisis y la sicología en general, “ya que durante mucho tiempo estuvieron en silencio”.
La situó como pensadora revolucionara, en específico por su teoría sobre el instinto de muerte, la cual impactó e influenció a Freud, quien la utilizó para integrar sus teorías al final de su vida en el ensayo Más allá del principio del placer.
Las contribuciones de Sabina Spielrein no se limitan a las teorías sobre el impulso y las pulsiones de muerte. Al final de su vida comenzó a trabajar sobre las teorías del apego, que han sido muy importantes dentro del sicoanálisis en décadas recientes para entender no sólo cómo nos volvemos los seres humanos que somos, sino en el aspecto de cómo cura esa especialidad, resaltó.