La derecha pinochetista fue derrotada, ya que no consiguió el tercio de la convención constitucional necesario para bloquear cambios. Una derrota que comenzó a fraguarse hacia 2000, con la resistencia empecinada del pueblo mapuche y luego las luchas de los estudiantes secundarios. A partir de octubre de 2019, el pueblo chileno decidió enterrar la herencia de Pinochet con una multitudinaria revuelta.
Los partidos de la antigua Concertación que gobernó Chile desde el fin de la dictadura, también salieron mal parados, al obtener sólo 25 escaños bajo el lema Unidad Constituyente, frente a los 37 de la derechista Vamos por Chile. La izquierda consiguió 28 escaños en un muy buen desempeño. Los pueblos originarios tenían asignados 17 puestos, los independientes consiguieron nada menos que 48 escaños y se alcanzó a la paridad entre varones y mujeres.
Sabemos quiénes perdieron, pero no es sencillo saber quiénes resultaron vencedores. En primer lugar, debe constatarse una elevada abstención, ya que votaron sólo 42.5 por ciento de los inscritos, cifra que cae hasta 21 por ciento entre los mapuches. Puede argumentarse que la pandemia no favoreció el voto, pero lo cierto es que la deserción de las urnas viene creciendo en la última década y media.
La segunda cuestión es que si bien la derecha pinochetista no tiene poder de veto, sí lo tiene la suma de ésta con la ex Concertación, integrada básicamente por socialistas y democristianos que han apoyado el modelo neoliberal extractivo. Juntos superan el tercio de los votos para impedir cambios.
En tercer lugar, la revuelta en Chile no fue para conseguir una nueva Constitución, sino para poner fin al modelo neoliberal. Desde que las negociaciones cupulares abrieron esa posibilidad, argumentando que con la nueva Constitución caerá el modelo, la movilización comenzó a desgranarse.
Si bien entre los 155 miembros de la convención constitucional hay una fuerte presencia de la izquierda y de los movimientos sociales, que aportaron una parte considerable de los constituyentes independientes, la garantía de cambios no está en los representantes, sino en organizaciones y movilizaciones colectivas.
La cuarta cuestión es mirar hacia los lados. En América Latina hubo tres nuevas constituciones en pocos años: en Colombia, en 1991; en Ecuador, en 2008, y en Bolivia, en 2009. Algunas contienen capítulos bien interesantes: la naturaleza como sujeto de derechos, en la ecuatoriana, y la refundación del Estado, en la boliviana.
En ninguno de los casos se cumplieron esas aspiraciones, pese a que en Bolivia y en Ecuador la derecha fue derrotada en las calles y cayeron cinco presidentes mediante grandes insurrecciones.
Sin embargo, el neoliberalismo extractivista continuó despojando a los pueblos de los bienes comunes, y la situación concreta de los pueblos originarios y de los sectores populares no hizo más que empeorar. No por las constituciones, sino por algo más profundo: la desmovilización de las sociedades y los pueblos.
Pensar que se puede derrotar al neoliberalismo, que es la forma que asume el capitalismo en este periodo, mediante nuevas cartas magnas y con leyes que declaman derechos para las más diversas opresiones, es una ilusión que conduce a callejones sin salida. No es una cuestión de ideologías, sino de la lectura del pasado reciente y de la situación que atravesamos en todo el mundo.
En Chile no estamos ante una constituyente legítima, sino ante “un juego político”, como sostiene Gabriel Salazar (https://bit.ly/3f1W6Eo). Ese juego lo parieron dirigentes del Frente Amplio, la proclamada “nueva izquierda”, que pactaron con la derecha cuando había millones en las calles y lo volverán a hacer en un recinto donde caben malabares discursivos con total impunidad.
La única garantía que tenemos los pueblos, para que al menos nos respeten, es la organización y la movilización. En Chile hubo durante meses enormes manifestaciones y se crearon más de 200 asambleas territoriales. Los constituyentes de izquierda están diciendo que no es necesario volver a las calles y la mayoría de las asambleas se debilitaron al apostar a las urnas, aunque ahora retornan a sus territorios.
¿Cómo se harán realidad los mejores artículos de la nueva Constitución, que sin duda los habrá? Resuenan las palabras de la comandanta Amada en la inauguración del segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan: “Dicen que ahora hay más leyes que protegen a las mujeres. Pero nos siguen asesinando”.
Ninguna ley impedirá a los hombres armados (Carabineros y militares), núcleo duro del patriarcado, seguir golpeando, lacerando y asesinando. El mapuche Fernando Pairicán reconoció que 80 por ciento de los mapuches que no votaron, lo hicieron, en parte, por la fuerza del movimiento autonomista que llamó a no votar (https://bit.ly/3ot3Gv0).
La esperanza de un nuevo Chile sigue estando en la resistencia mapuche y en las redes de vida que sobreviven en unas cuantas asambleas territoriales.