Hoy dejo la voz a Luis Arizmendi (LA), quien en su inesperada partida dejó escrita una reseña de mi libro Pobreza y florecimiento humano (PFH) que está inédita. Reproduzco extractos y, aun así, me quedo a la mitad. Dice LA que PFH, “obra auspiciada por la Universidad Autónoma de Zacatecas y publicada por Itaca (2020), constituye una de las mayores aportaciones producidas por Julio Boltvinik (JB) para enriquecer y llevar más lejos el pensamiento crítico transdisciplinario del siglo XXI. Si ya JB ha colocado su nombre de modo indeleble en el debate nacional, latinoamericano y mundial sobre pobreza por sus importantes contribuciones para su conceptualización y medición, con esta nueva obra abre el horizonte ya no sólo hacia la superación de la pobreza, sino hacia el despliegue irrestricto de las potencialidades efectivas del florecimiento humano. Guarda un importante vínculo con lo que, en los Grundrisse, Marx define como riqueza humana y como ilimitación. Captando la ambivalencia de nuestra era identifica las potencialidades de trayectorias alternativas de otra modernidad edificable a partir de asumir el florecimiento humano y la superación de la enajenación, ya no sólo de la pobreza, como proyecto histórico político y ético para impulsar la autorrealización libre de los individuos y las sociedades”.
Afirmar –señala LA– como lo hace JB, que la revolución tecnológica de nuestra era podría estar al servicio de la autorrealización no significa más que plantear que otra modernidad es posible si se reconstruye al servicio de la libertad y si se produce una historia alternativa a contrapelo de la mundialización de la pobreza y la crisis ecológica planetaria. PFH no sólo identifica en la pobreza el fundamento de la mutilación de la humanidad, sino en la enajenación que comienza con la mercantilización de la fuerza de trabajo y se redondea crucialmente con la alienación del tiempo libre. Para dominar la sociedad planetaria, el capitalismo requiere dominar tanto la esfera de la economía como la del tiempo libre. En términos de Marx, tanto el Reino de la Necesidad como el de la Libertad. Desde los Grundrisse, quedó esclarecido que el tiempo libre constituye una plataforma vital de desarrollo de la libertad: porque es justo en él donde los sujetos pueden elegir autoproducir germinal, pero provisoriamente, otro mundo hic et nunc. Rebasando la frontera de las ilusiones de la concepción positivista del progreso, que concibe como un atributo inmanente o inherente a la historia de la humanidad, al calificar el desarrollo de las fuerzas productivas como una presunta flecha indetenible que garantiza llevar a la humanidad a un mundo cada vez mejor; JB, en PFH, toma postura por una concepción crítica del progreso, que hereda la perspectiva crítica del “paradigma de la producción” de György Márkus. Parafraseando la coincidencia que se expresó en el importante debate entre Bolívar Echeverría y Márkus, a juego de la publicación de un capítulo de Language and Production en la revista Desacatos no. 23 (2007), en PFH JB señala que de ningún modo existen garantías metahistóricas preestablecidas del éxito del arribo a una sociedad basada en la libertad. Para el concepto crítico de progreso, el porvenir no es destino, lo que existe es un desafío. La liberación constituye un proyecto histórico-político que exige una toma de posición activa por producir un progreso tecnológico y social alternativo para conquistar crecientes fundamentos materiales que permitan dotar de posibilidades efectivas para la autorrealización como proyecto legítimo de todos los seres humanos.
LA esboza una biografía intelectual mía. Dice que, a partir del inicio mismo de “su aventura por enriquecer el pensamiento crítico, todo el periplo intelectual de JB ha estado permeado por la exploración de la unidad indisociable entre racionalidad científico-crítica y criterios de valor, por el rechazo contundente de la postura de la economía positivista basada en la ilusión de una presunta ‘cientificidad pura u objetiva’, generada al margen de todo criterio de valor”. La [falsa] dicotomía hechos/valores, continúa, encubre que es imposible en una sociedad de clases asumir una postura sobre el objeto en el mundo sin asumir una postura sobre el sujeto en él, más aún cuando el objeto de estudio es el sujeto mismo. La disyuntiva no reside en si hay o no criterio de valor en la base de un discurso teórico, esa unidad es inevitable, sino en la definición de criterios de valor en la encrucijada: a favor de la humanidad concreta o del poder planetario, de los dominados modernos o del capitalismo mundial. La toma de posición permea todos y cada uno de los conceptos y términos del discurso teórico. Si se lanza una mirada panorámica a la aventura intelectual de JB podrían identificarse tres fases cruciales de innovación crítico-heurística para periodizar su intervención y profundización en el marxismo crítico1. Cabe distinguir y articular, así: 1) el periodo de desarrollo de la economía moral; 2) el periodo de introducción del tiempo libre para desarrollo de la perspectiva de la economía moral; y 3) el periodo de desarrollo de la perspectiva del florecimiento humano. Cada fase, sin desmontar la anterior, lleva a una escala mayor los planteamientos críticos. Desde la inauguración misma de la economía moral por E.P. Thompson, los criterios de valor están redefinidos en términos histórico-materialistas. El marxismo crítico jamás ha sido ajeno a criterios de valor, los ha conceptualizado de modo concreto y a contrapelo. La economía moral strictu sensu guarda un profundo vínculo con la conceptualización forjada por Karl Marx en El Capital en torno a lo que define como la dimensión histórico-moral o histórico-cultural del proceso de reproducción social. Cuando JB inauguró su investigación histórica desde la economía moral desarrolló la mayor aportación desde América Latina para reconocer el sistema total de necesidades en la base de la reproducción nacional y, desde ahí, forjó su vigoroso aporte al debate internacional sobre conceptualización y medición de la pobreza. JB ha sido el marxista crítico latinoamericano que demostró que la dimensión histórico-moral del proceso de reproducción social-nacional es estadísticamente identificable y medible. El conocimiento de la estadística es una peculiaridad del marxismo erudito de JB. Su discusión crítica sobre la pobreza siempre ha tenido como fundamento la totalidad de las necesidades concretas. Siempre ha cuestionado el funcional cercenamiento conceptual del sistema de necesidades por el Banco Mundial y los Estados neoliberales para el diseño de sus pobres concepciones de la pobreza, al trazar líneas de pobreza que invisibilizan un importante conjunto de necesidades que las economías capitalistas asfixian y dejan sin cubrir. El Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP) constituye la más importante contribución generada desde el pensamiento crítico latinoamericano para identificar y medir la dimensión histórico-moral del proceso de reproducción de una sociedad nacional.