Un vocero de la Fundación Francisco Brines informó de la muerte del poeta en un hospital público de Gandía, ciudad de la costa de Valencia, a 25 kilómetros de la que fue su ciudad los últimos años de su vida, Oliva, donde vivía rodeado de naranjos, pelargonios, limoneros y bugambilias. Se recluyó en su casa cuando las dolencias por su edad y una larga vida de trabajo comenzaron a hacer mella. Ni si quiera pudo recoger el reconocimiento literario de su vida, el Premio Cervantes, que le fue concedido el año pasado. Los reyes de España, Felipe VI y Letizia, viajaron hasta su casa el pasado 13 mayo para dárselo en persona.
Dos días después de recibir el galardón, con el que pasó a formar parte del gran parnaso literario de las letras, Brines (1932) tuvo que ser ingresado en el hospital por una hernia, dolencia aparentemente menor, que se complicó por su precario estado de salud y que le provocó la muerte.
Además de poeta, Brines era licenciado en derecho, filosofía y letras románicas e historia; publicó su primer libro, Las brasas, en 1959, y a partir de ahí inició una prolífica trayectoria literaria que mezcló con su otra gran vocación, la enseñanza, que ejerció en las universidades de Cambridge y Oxford. Uno de sus libros fundamentales es su poesía completa (Tusquets), Ensayo de una despedida, en la que diserta sobre esa máxima que rigió su vida: “Somos un paréntesis entre dos nadas”.