Las reseñas musicales, los vínculos entre su literatura y el rock, y el lenguaje irreverente, contestatario, lúdico y rebelde con la que está escrita la narrativa del escritor José Agustín fueron temas en la mesa de diálogo que se realizó durante el segundo día de actividades en homenaje al autor de la novela Se está haciendo tarde (final en laguna), organizado por la UAM unidad Cuajimalpa.
Con la participación de Fernanda Melchor, Julián Hebert, Wenceslao Bruciaga y como moderador Jesús Ramírez Bermúdez, hijo del autor, durante el conversatorio transmitido por la cuenta de YouTube de la UAM Cuajimalpa, cada uno de los participantes recordó su primer encuentro con la obra literaria de José Agustín y la influencia que ésta tuvo en sus vidas.
“Yo pensaba que tenía mi edad. Lo imaginaba un chavo como yo, viviendo las mismas cosas, y aunque veía su rostro en la portada del libro y sabía que tenía en ese momento más de 50 años, me divertía mucho el humor con el que trataba ciertas cuestiones muy sórdidas”, comentó Fernanda Melchor.
En su turno, Wenceslao Bruciaga reconoció que lo que más lo influyó en un principio fueron sus reseñas musicales, “que eran casi una especie de género literario, lo conocí por la revista La Mosca”, recor-dó Wenceslao.
Julián Hebert, quien retomó las palabras del también escritor Juan Villoro, destacó que “leer a José Agustín es lo más parecido a sentir la adrenalina durante un concierto de rock”.
En un ejercicio comparativo, Hebert planteó lo que musicalmente podrían representar algunas novelas de José Agustín.
La tumba, dijo, sería representativa del sonido crudo del rock; luego vendría una etapa de rock progresivo con Inventando que sueño y Se está haciendo tarde; un sonido más punk, la obra de teatro Abolición de la propiedad y el cuento Transportar un cadáver por express; el sonido de Roxy Music y The Smiths se podría emparentar con Ciudades desiertas, mientras que Cerca del fuego, evoca a David Bowie.
“Hay ciertas coincidencias temporales entre el rock y la literatura de José Agustín”, consideró Hebert. Es de llamar la atención, abundó, que cuando el rock mexicano surge con más fuerza, Agustín escribió los tres tomos de la Tragicomedia mexicana.
José Agustín, destacó Fernanda Melchor, fue “un escritor precoz, con obras rompedoras desde sus inicios, que despertaron la envidia, pero también la admiración. Abrió las puertas a distintos temas y formas de escribir.
“En medio del jolgorio carnavalesco en su lenguaje, Agustín siempre se las apaña para evidenciar el vacío, la soledad, el desencanto. En medio del cotorreo sicodélico, hace evidente el mal viaje social que desde entonces ya nos comenzaba a bajonear como mexicanos, entre las aspiraciones de una sociedad que buscaba trascender y al mismo tiempo es reflejo del consumo más egoísta y opresivo.”
José Agustín, concluyó Fernanda, “es un escritor que siempre está indagando en torno a los límites de la existencia y la conciencia, en la que predomina una actitud escéptica”.
Jesús Ramírez compartió, entre otras cosas, que en cierto momento su padre pensó que tenía el bloqueo de escritor, sin embargo, seguía escribiendo con una micro letra muchos cuadernos, de los que podrían salir unas mil páginas. Era tal su preocupación que hasta hizo una especie de ritual mágico en el jardín de la casa, lo que la familia veía como parte de su locura natural.
Ramírez se refirió también a otros cuadernos en los que José Agustín escribió algunos de sus sueños; con dibujos, idea que le había propuesto la poeta Elsa Cross con la finalidad que de esos oníricos textos saliera una novela.