Moscú. La tensión entre Armenia y Azerbaiyán, de un tiempo para acá, va en aumento y amenaza con desatar un nuevo derramamiento de sangre en el Cáucaso del sur, el peor escenario para las partes enfrentadas y también para Rusia, que ejerce de garante del cese el fuego después de la victoria azerí en la guerra de 44 días por el enclave de Nagorno-Karabaj el otoño pasado y aspira a mantener relaciones igual de cordiales con ambos.
El titular del Kremlin, Vladimir Putin, habló este miércoles por teléfono con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, para precisar la posición de Rusia en relación con el incidente más grave desde el fin de las hostilidades, ocurrido hace unos días en la región fronteriza de Syunik, el cual motivó que el primer ministro en funciones de Armenia, Nikol Pashinian, solicitara a Rusia el envío de tropas con base en el tratado de amistad, cooperación y asistencia mutua de 1997, supuesto estipulado en caso de agresión.
Putin y Aliyev acordaron que Rusia no se va a involucrar en una guerra que a nadie conviene y Azerbaiyán aceptó resolver sus discrepancias con Armenia por medios políticos y diplomáticos, según trascendió.
Para Rusia, el disputado territorio de Nagorno-Karabaj, enclave armenio en territorio azerí, no es parte de Armenia, por lo cual –durante los combates de 2020– no había ninguna obligación contractual de acudir en ayuda de su aliado formal.
Ahora, Pashinian –quién renunció como primer ministro para poder ser postulado al mismo cargo en las elecciones del 20 de junio siguiente, conforme lo pactó con la oposición que no promovió ningún candidato para poder disolver el Parlamento y convocar comicios anticipados), arguyó que el ejército de Azerbaiyán se adentró 3 kilómetros y medio en territorio de Armenia e intentó rodear el Sev Lich (Lago Negro), en la nueva frontera entre ambos países.
El premier interino armenio acusó a Azerbaiyán de vulnerar la soberanía de Armenia y solicitó la misma ayuda militar a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, de la que forma parte junto con otras cuatro repúblicas ex soviéticas, bajo el liderazgo de Rusia.
Cinco días de intensas conversaciones intramuros tardó la diplomacia rusa en convencer a los armenios de que no hubo agresión azerbaiyana, ya que aunque los soldados entraron al territorio reclamado como suyo no dispararon un solo tiro, y a los azerbaiyanos, que aducen su derecho a ocupar el Lago Negro conforme a unos antiguos mapas del Estado Mayor soviético, en que tienen que resolver sus diferencias con los armenios exclusivamente por medios políticos y diplomáticos.
El problema es que no hay en qué apoyarse como fuente indisputable para establecer los límites entre dos países enfrentados a muerte y que eran dos repúblicas soviéticas sin fronteras claramente definidas.
Cada cual recurre a los pocos mapas que más le conviene y la delimitación entre Armenia y Azerbaiyán se está convirtiendo en el principal obstáculo para un arreglo político en los términos impuestos por Bakú después de recuperar por la fuerza 70 por ciento de la zona que controlaba Yereván en Nagorno-Karabaj.
La difícil negociación para delimitar la frontera puede convertirse, en cualquier momento, en la chispa que hace volar por los aires los entendimientos alcanzados para detener la guerra.
Hoy mismo, los habitantes del poblado armenio de Krasny Bazar, en Nagorno-Karabaj, como protesta cerraron la carretera para impedir el paso de vehículos militares azeríes que se dirigían a la ciudad de Shusha, que estuvo bajo control de Armenia hasta noviembre anterior. La protesta terminó al disparar al aire los soldados azeríes y acudir al lugar de los hechos unidades de cascos azules rusos, autorizados en esa zona.