La obra literaria de José Agustín (Acapulco, 1944), autor de novelas como La tumba, De perfil, Se está haciendo tarde (final en laguna) y Cerca del fuego, escritas hace más de medio siglo, “mantienen una sorprendente vigencia”, ya que el autor supo captar la pasión juvenil, el odio a la hipocresía, la crueldad inocente, el misticismo profano y el espíritu dionisiaco de la juventud, destacó el novelista Enrique Serna en la primera conferencia del homenaje al escritor mexicano organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana campus Cuajimalpa.
Serna explicó la permanencia de las obras literarias de José Agustín y su influencia en escritores no sólo de las generaciones posteriores, sino también en autores que lo antecedieron, como Carlos Fuentes.
El ideal de los escritores, sostuvo Serna, es el afán de perdurar y al mismo tiempo ser fiel a las circunstancias histórico-sociales que les tocó vivir. Para hacer una novela más profunda, hay que construir personajes complejos e impredecibles.
En el caso de José Agustín no sólo están las circunstancias que lo rodean, sino que también se pone de manifiesto un elemento orgánico de su personalidad, “esa es la magia que él supo captar, al crear a los protagonistas de sus novelas juveniles, sobre todo en La Tumba y Se está haciendo tarde”.
José Agustín, “aunque es rabiosamente fiel al aquí y al ahora, logró escribir obras perdurables en el tiempo”. Lo que define su narrativa, consideró Serna, “tiene que ver con lo dicho por Quevedo: ‘Sólo lo fugitivo permanece y dura’. De ahí que en sus primeros libros se propuso capturar el instante que estaba viviendo. Él no está en contra de la idea de perdurar, sino contra la exhibición pedante de ese anhelo, lo que se ve reflejado en su novela De perfil, en la que algunos personajes snob creen que la cultura literaria es un vestido (para presumir) y no un alimento”.
Serna se refirió a la manera en que fueron recibidas, en su momento, las novelas de José Agustín, “quien fue víctima de linchamiento por un sector de la crítica, por la utilización de un lenguaje coloquial urbano de la clase media”.
Como joven autor, Agustín “estuvo abierto a los anglicismos y galicismos, guiños de otras realidades lingüísticas. Su narrativa tiene un enorme espíritu lúdico, que parece no tomarse en serio a sí mismo, pero al mismo tiempo tiene una autocrítica y una constante parodia de su propio lenguaje. Una combinación que sólo él ha logrado y que le ganó el rechazo de la crítica literaria en México, pero al mismo tiempo tuvo un enorme impacto en los lectores de su generación y anteriores, quienes salieron en su defensa, como Salvador Novo y José Emilio Pacheco”.
Aun cuando el lenguaje juvenil se ha transformado con el tiempo y los jóvenes escuchen otro tipo de música, “lo que supo captar José Agustín, al igual que Musil y Goethe, es la pasión juvenil, el odio a la hipocresía, la crueldad inocente, el misticismo profano y el espíritu dionisiaco de la juventud, que han existido en todas las épocas”. Eso hace que la literatura de José Agustín sea vigente y perdurable.