El regreso al trabajo presencial ha dejado en Maricela un severo desgate emocional. Más de un año después del confinamiento y de trabajo en casa, nunca hubo separación entre el horario laboral y el personal en su empleo y desde entonces sus actividades han sido intensas a grado tal que “estoy harta de lo que antes me encantaba hacer”.
El encierro y la carga de trabajo dejaron en ella diversos trastornos como ansiedad, depresión, irritabilidad e insomnio, mismos que aún prevalecen. La razón es que “mi jefa nunca dejó de llamarme aun laborando desde casa; no importaba la hora ni la cantidad de veces que fueran. Nunca respetó mi vida privada”, cuenta en entrevista.
Maricela, comunicóloga de 31 años, tiene siete años trabajando en un partido político nacional. Además de redactar textos y un sinfín de actividades administrativas que se requieren en el área en que se desempeña.
Nueve meses después del inicio de la pandemia regresó a la oficina y enfrentó el reto de atender todas las tareas que se requirieran por el proceso electoral en curso, “pero ahora ya con un desgaste previo”.
“Siempre he trabajado bajo presión, pero con la pandemia fue excesivo. Muchas veces sentí impotencia, me daban crisis de ansiedad, lloraba y hasta me planteé renunciar”.
José Javier Mendoza, jefe del Área Médica en Servicios de Atención Psiquiátrica de la Secretaría de Salud, detalla que hay dos síndromes característicos que ocurrieron durante el trabajo en casa: el síndrome de burnout, que consiste en el agotamiento físico y emocional, y el de insatisfacción personal. En México se estima que este mal afecta a más de 40 por ciento de los trabajadores y es considerado un problema de salud pública.
Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo revela que 41 por ciento de las personas que laboran desde casa se sienten muy estresadas, en comparación con 25 por ciento de las que trabajan fuera del hogar.
Actualmente, añade el especialista, estamos en un proceso de transición de regreso al trabajo presencial, pero los trastornos no han cedido.
José Luis, contador de 33 años, manifiesta: “muchas veces sentí más trabajo, más presión”, porque a otros empleados los despidieron y quienes se quedan tienen más carga laboral. “No tienes vacaciones y ya no descansas al concluir tu jornada”.