Penosa realidad: nuestra baraja no cuenta con un solo diestro taquillero, menos con un Canelo Álvarez capaz de convocar no a 70 mil, sino a 30 por ciento de la capacidad total de las plazas. Más que la pandemia ha sido la magra cosecha de cuantos, sin idea, han pretendido hacer fiesta en los pasados 30 años, y junto con la bravura y la competencia frente a ésta, también sacaron al público de las plazas.
Hoy domingo se conmemora el 101 aniversario de la muerte del maestro sevillano José Gómez Ortega, Joselito o Gallito, tras ser corneado por el quinto de la tarde, Bailaor, de la Viuda de Ortega, el domingo 16 de mayo de 1920 en la plaza de Talavera de la Reina. Tenía 25 años y ocho días, y en España es considerado el diestro más poderoso y completo en la historia de la tauromaquia… después del mexicano Fermín Espinosa Armillita.
José Rosas Moreno, escritor y periodista jalisciense del siglo XIX, dejó dicho: “Mi gloria es humo, ¿no ves que brillando me consumo?”, esclarecida frase que para su desgracia muy pocos consagrados conocen, pues de lo contrario se tomarían menos en serio como elegidos de los dioses, siempre dispuestos a jugar con el destino de los pobres mortales, incluido Gallito, al que también apodaron El rey de los toreros por su prodigioso conocimiento de las reses y su mangoneo absoluto de la fiesta de España durante ocho años como matador, lapso en el que su poderío extrataurino logró marginar al mismísimo Rodolfo Gaona.
Diez alternativas concedió Gallito durante su reinado y lo que llama la atención es el trágico final que tuvieron ocho de sus ahijados y el éxito obtenido por los otros dos, si bien como apoderados. El primero de estos fue José Flores Camará, a quien Joselito hizo matador el 21 de marzo de 1918 en Madrid, y si como torero su trayectoria fue irrelevante, alcanzó notoriedad como hábil apoderado primero y sospechoso de negligencia después nada menos que de Manolete, muerto en condiciones demasiado confusas.
El otro ahijado de alternativa de José Gómez que tuvo un final venturoso fue Domingo González Dominguín, doctorado el 26 de septiembre del año y en la plaza citados y que incluso vino a México en 1920. Al igual que Camará pronto optó por el apoderamiento de diestros tan destacados como Domingo Ortega, Joaquín Rodríguez Cagancho y desde luego, sus hijos Domingo, Luis Miguel y Pepe.
El trágico octeto joselista lo encabeza, por fecha de alternativa, Florentino Ballesteros, apadrinado por el maestro de Gelves el 13 de abril de 1916 en Madrid. Al año siguiente, el 22 de abril, actuando con su padrino en la capital española sufrió mortal cornada en el pecho y falleció al día siguiente. Ángel Fernández Angelete, en Salamanca el 12 de septiembre de 1917, vino a México en 1920. Regresó a su tierra y tras un accidente de tráfico quedó cuadripléjico.
Félix Merino, matador el 16 de septiembre de 1917 en Madrid, muerto de una cornada en el muslo nueve años después; Francisco Díaz Pacorro, el 11 de agosto de 1918 en San Sebastián, pobre de solemnidad murió en su cama; Manuel Varé Varelito, 26 de septiembre de ese año en Madrid, falleció cuatro años después en Sevilla por cornada; Ignacio Sánchez Mejías, 16 de marzo de 1919 en Barcelona, muerto por cornada 15 años después en Manzanares; Ernesto Pastor, 17 de septiembre de 1919 en Oviedo, falleció en Madrid por cornada en el muslo derecho año y medio después, y Juan Luis de la Rosa, matador el 28 de septiembre de ese año en Sevilla, murió acribillado a las afueras de Barcelona 17 años más tarde. Ah, y en el centenario luctuoso de Gallito se atravesó la pandemia.