Virtualmente a tres semanas de unas elecciones que podrían volverse muy complicadas (hoy faltan 22 días para el domingo de las urnas), otro estado de la República sufre conmoción por violencia política.
En Ciudad Obregón, Sonora, ha sido asesinado Abel Murrieta, candidato de Movimiento Ciudadano a presidir el ayuntamiento de Cajeme, quien había sido procurador estatal de Justicia (2004-2012) con los entonces gobernadores, el priísta Eduardo Bours Castelo durante seis años y el panista Guillermo Padrés Elías durante dos, además de haber sido abogado de la familia LeBarón en el caso del asesinato múltiple cometido en Bavispe el 4 de noviembre de 2019.
El asesinato de Murrieta agudiza los posicionamientos políticos en una entidad largamente caracterizada por la corrupción de sus gobernantes y por el predominio de los grupos del crimen organizado. La actual gobernadora, la priísta Claudia Pavlovich, sólo sobrellevó las apariencias de mando, sometida también a presiones de grupos políticos (los ex gobernadores Bours y Manlio Fabio Beltrones, activos y buscadores de posiciones para sus allegados).
La competencia para el relevo de Pavlovich ha tenido como puntero en encuestas de opinión a Alfonso Durazo Montaño, quien fue secretario de Seguridad y Protección Ciudadana en el actual gobierno federal y ahora es candidato a gobernador por Morena, el PT y el Verde. Su principal contrincante es Ernesto Gándara Camou, apodado El Borrego, quien luego de más de cuarenta años de militancia en el Partido Revolucionario Institucional renunció a esta organización para ser aspirante por la alianza “Va por Sonora” (PRI, PAN y PRD).
Ya se verá si partidos o candidatos le dan uso político, directo o indirecto, a la lamentable ejecución de Murrieta, abanderado de Movimiento Ciudadano. Por lo pronto, este hecho agrega incertidumbre y temor en una entidad con un alto índice delictivo y con la evidencia histórica de que el poder político debe negociar con el poder criminal para establecer reglas de convivencia poco ocultables.
Morena va de tumbo en tumbo en Nuevo León. A la desaceleración del proyecto encabezado por la ex priísta Clara Luz Flores, pillada en franca mentira respecto a su relación con la secta Nxivm y su líder Keith Raniere, ha seguido la renuncia del candidato a presidir el ayuntamiento de Monterrey, Víctor Fuentes Solís, quien fue relevado a marchas forzadas por Felipe de Jesús Cantú.
Llama la atención que Morena no cuente con ninguna carta propia con probabilidades de triunfo en esa importante entidad. Recurrió a Flores aspirando a hacerse de la corriente priísta a la que perteneció durante veinte años Clara Luz y en la que se sostiene como jefe su esposo, Abel Guerra. Y, en el caso de la presidencia de Monterrey, son panistas los nichos de los que se desprendieron ambos; Fuentes aspiró a ser candidato a gobernador por el partido blanquiazul, al que renunció porque Fernando Larrazábal se agenció tal postulación.
Cantú, por su parte, fue panista durante 37 años, a lo largo de los cuales fue presidente de la capital neoleonesa, diputado local y federal; Froylán Gracia Galicia, quien fue coordinador ejecutivo de la Dirección General de Pemex con Emilio Lozoya, declaró que por petición de Ricardo Anaya se habían entregado contratos a Cantú para que el panismo apoyara la reforma energética peñista. En su testimonio, Gracia señaló respecto a Cantú que “se dice en medios que es prestanombres de Anaya”. Ahora, Morena parece prestanombres del panismo.
Astillas
el Presidente de la República pone a girar a algunos de sus opositores cuando toca al paso, con aire de ocurrencia compartida, temas como el de su supuesta relección. Según relató ayer en la mañanera, en Tabasco hubo trabajadores que lo exhortaron a que se religiera, a lo que él contestó sosteniendo su tesis constante de que en 2024 se jubilará. Pero sus adversarios no le creen que se esté dando por políticamente muerto desde ahora… ¡Hasta el próximo lunes!
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