Ciudad de México. El canto cardenche nació en el norte de México, entre los peones de las haciendas de algodón y mineras, como una forma de “catarsis” y “sobrevivencia”, pues estas interpretaciones a capela, eran su única forma de evasión en una realidad, que rondaba la semiesclavitud.
Adentrarse en el mundo de los cardencheros es “un viaje sensorial”, explicó Marta Ferrer, directora y guionista del documental A morir a los desiertos quien filmó en el semidesierto, en la Comarca Lagunera, en busca de los últimos cantantes de esta tradición, la cual está en “transformación”.
Ferrer explicó a La Jornada: “Este proyecto surgió de una manera totalmente emocional y visceral, porque casualmente me enseñaron un video de los cardencheros por YouTube; me conmovió mucho el canto, a tal grado, que aquella noche soñé con tres bocas que me cantaban al oído, y me desperté con la idea de hacer una película”.
Ese incidente, dijo, marcó el inicio del documental. A partir de ahí “pasaron seis años hasta que lo terminamos. De hecho, después del sueño empecé a ahorrar dinero para viajar a Torreón y conocer a los cardencheros. Este largo proceso incluyó conocer a la comunidad, convivir con ellos, compartir y conseguir los fondos para la realización de la película”.
Para Ferrer, la fascinación de esta tradición radica en la peculiaridad de su interpretación. “Es un canto a capela desgarrador y bello a la vez. Como si su pausada cadencia dejara al alma agarrar aire para sacar el dolor”.
Podría decir, destacó, que “esas canciones son una especie de documentales, porque hablan de sus experiencias; en la cinta se explora el poder de la música para reflejar un contexto social, un pedazo de la historia y el sentir de toda una comunidad; así como el reflejo del estado del alma de muchas generaciones expresado con fuerza hasta hoy”.
Canto a capela desgarrador y melancólico
Las letras de las canciones “hablan de sus preocupaciones, de la dureza de la vida, de quién estaban enamorados o sobre la migración y el trabajo”.
Para conocer los orígenes de este “desgarrador y melancólico canto”, Ferrer se adentró en la comunidades de Sapioriz (Durango) y La Flor de Jimulco (Coahuila), donde conoció a los últimos maestros de canto cardenche, quienes la recibieron con agrado. Aunque –confesó la directora– lo difícil fue romper el lenguaje televisivo porque están acostumbrados a que llegue una persona, les haga una entrevista y se vaya; pero yo les decía, que en mi caso, los iba a grabar hasta cuando comieran, situación que era muy extraña para ellos”. Gracias a esa generosidad, Marta Ferrer filmó una película que encuentra distintos espacios y personajes que hablan del canto, pero sobretodo, “nos hablan de las condiciones de dureza de la vida de ayer y de hoy, de la música como catarsis, de un canto para sobrevivir”.
En Sapioriz, comentó, “existe el último grupo de canto cardenche; pero en La Flor de Jimulco esta tradición ya no existe; por eso se dice que está en extinción. A mí me gusta decir que no está muriendo, sino que está en transformación, lo cual se observa en otros proyectos que reinterpretan este canto, como lo hace el Coro Acardenchado, de Juan Pablo Villa”.
La documentalista también buscó recrear la atmósfera de los poblados, para lo cual el diseño sonoro cobró especial importancia. “Incluso el tren se convirtió en un personaje porque atraviesa el pueblo a toda velocidad, cada 20 minutos y forma parte del ambiente”.
En realidad, puntualizó Marta Ferrer, “mi obsesión fue explorar de dónde provenía este bello dolor, qué es lo que me trasmitía el canto y la fascinación del poder que ejerce la música para reflejar esos pedazos de historia y de sentires de una comunidad”.
A morir a los desiertos, con producción de Nicolás Celis, Sebastián Celis, Alejandro Durán, Marta Ferrer y Francisco del Valle y distribuidora Pimienta Films, se estrena el 28 de mayo en la Cineteca Nacional y el Cine Tonalá.