Regularmente se piensa que los empresarios más poderosos del mundo no tienen límites para invertir sus recursos. Al vivir en un ámbito de libertad y de mercado, se cree que las decisiones se realizan exclusivamente tomando como referencia la calidad y el precio del producto y que la política no influye.
Sin embargo, el caso de Carlos Slim, el empresario más poderoso de México, muestra que las decisiones que toma tienen un alto componente político y geoestratégico, para satisfacer los intereses de Washington.
El ex embajador de Estados Unidos en México Chris Landau lo dejó muy claro en una reciente conversación con diplomáticos: “Una de las peores experiencias que tuve (como embajador en México) fue decirle a Carlos Slim que no debía hacer el (negocio de la red) 5G con Huawei”.
Ante ese comentario Slim le pregunta a Landau: “¿Y entonces con quien quieres que lo haga?” a lo que el ex embajador no dio respuesta precisa, aunque la “suave” orden, de no hacer negocios con una firma china, obliga a Telcel a desarrollar la infraestructura 5G en México con tecnología producida por empresas de Estados Unidos.
¿Puede un empresario mexicano, por más poderoso que sea, desobedecer esa “amigable” recomendación, aun si Huawei le ofrece en charola de plata sus servicios y su tecnología a precios menores que las firmas de Estados Unidos? No puede, porque México se encuentra en la órbita de América del Norte y tanto Slim como nuestro país saldrían perjudicados en materia económica, política y de negocios en caso de irse por la libre.
Aparentemente el capitalismo opera con toda libertad a través de la oferta y la demanda existente y el que manda es el mejor postor. Sin embargo, en los hechos hay fuertes intereses de las grandes potencias y lo que menos quiere Washington es ceder espacios a China en la 5G.
En un futuro no muy lejano, la primera potencia mundial será China y desplazará a Estados Unidos, pero aun así los intereses geopolíticos se mantendrán. La lucha entre las grandes potencias no será a través de la invasión de territorios, como lo fue hasta el siglo XIX, sino por medio del control de los mercados y México no puede romper con la dependencia hacia su principal socio comercial.