Ciudad de México. La única posibilidad de reabrir la línea 12 del Metro es desmontando el viaducto elevado y sustituirlo por un túnel, lo cual significa un mayor costo económico y tiempo, consideró el ingeniero civil Enrique Rodríguez Ramírez. Afirmó que dicha obra es una “vergüenza para la ingeniera mexicana”, que hasta los años 80 del siglo pasado era ejemplo mundial en mecánica de suelos, estructuras e ingeniería hidráulica.
Al ser entrevistado por este diario, explicó que el accidente en la estación Olivos ocurrido hace una semana, que dejó saldo de 26 personas muertas y decenas de heridos, pudo ser consecuencia de que el suelo donde se construyó la parte elevada de la línea 12 no es el idóneo para la localización y cimentación de la obra, las columnas y ballenas (elementos horizontales) fueron construidas con dos materiales diferentes, así como por fallos desde que fue concebida.
Con una trayectoria de 50 años, tanto en el sector público como privado, Rodríguez Ramírez subrayó: “Mi propuesta es desarmar esa obra (el viaducto elevado), ponerla en un lugar con mejor suelo para fines ferroviarios y hacer la línea del Metro como originalmente se pensó: subterránea. No es fácil, pero se puede. Claro que hay un costo y va a estar difícil que tomen esa decisión”, expresó.
Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, Rodríguez Ramírez trabajó en la construcción del interceptor oriente del drenaje profundo, en la primera etapa del conjunto habitacional El Rosario, fue asesor en la Secretaría de Obras y Servicios en la gestión de Jorge Arganis y se desempeñó como consultor privado. Aseveró que “no necesita mantenimiento algo que está mal, hay que quitarlo, porque el error está desde el principio, desde que se construyó”.
Error garrafal
Explicó que el viaducto elevado de la llamada línea dorada se construyó sobre la orilla de los lagos Xochimilco y Chalco, zona a la que geotécnicamente se le denomina de “transición abrupta”, es decir, es muy heterogénea, con roca suelta, arcilla limosa, un material “malísimo para construcción”. Se trata de un suelo en el que se debían realizar procedimientos para su tratamiento y mejoramiento para lograr “una armónica interacción entre el suelo y la estructura”.
Desatacó que “un error, para mí garrafal”, es que las columnas se hicieron de concreto con acero, materiales con diferente módulo de elasticidad, es decir, que se dilatan en forma diferente, lo que puede provocar que una columna, por ejemplo, cambie de posición y altere toda la estructura de la línea, pues hace que se muevan.
Rodríguez Ramírez señaló que los constructores deben participar desde la concepción y diseño de la obra y realizar un trabajo de supervisión de topografía, soldadura, tener a plomo las columnas, “estar en continuo contacto con los diseñadores, geotécnicos y geólogos para cualquier cambio o duda”.
Por todo ello, expresó, “el proyecto de la línea 12 es una vergüenza para la ingeniería mexicana” y lamento que hoy, con sus excepciones, los “investigadores y diseñadores se encuentran lejos de los problemas reales de campo; los funcionarios le dan prioridad al aspecto político y los constructores se han vuelto financieros”.
Pese a ello, aseguró, la ingeniería debe cambiar, “inclusive, darle una nueva definición acorde con los nuevos enfoques y descubrimientos, para que, en esta nueva era, logremos encontrar en el ritmo de la naturaleza la armonía de nuestros proyectos y construcciones”.