Jerusalén. Adnan, un palestino de Jerusalén Este, prometió que las balas de goma disparadas por la policía israelí no lo detendrían: "el silencio no es una opción" cuando se trata de defender a los árabes en la Ciudad Santa, afirmó.
Jerusalén Este, la parte árabe de la ciudad anexada por Israel en 1967, ha vivido esta semana la peor turbulencia de los últimos años.
Centenares de palestinos resultaron lesionados y decenas arrestados en enfrentamientos con policías, que fueron atacados con piedras y otros proyectiles lanzados por manifestantes, en su mayoría jóvenes, que incendiaron vehículos y basureros.
La noche del viernes se dieron choques violentos después de las oraciones del Ramadán en la Explanada de las Mezquitas, el tercer sitio más sagrado del islam, que los judíos llaman el Monte del Templo.
Para Adnan, de 20 años, quien no dio su nombre real por temor a represalias de la policía israelí, los manifestantes responden a lo que consideró como un esfuerzo persistente de los colonos judíos de expulsarlos de la ciudad.
"Estamos aquí, en la calle, para decir que no nos vamos a ir", declaró a la AFP.
"Los colonos nos han atacado y quitado nuestras tierras por años, pero el silencio ya no es una opción", agregó.
"No quieren que vivamos aquí"
Varios eventos provocaron la tensión en Jerusalén Este, considerada por los palestinos como la capital de su futuro estado.
Mohamed, otro manifestante que no reveló su apellido, argumentó que cada incidente está relacionado con una realidad inevitable para los palestinos en la ciudad.
"Los israelíes quieren que trabajemos para ellos pero no quieren que vivamos aquí", aseguró.
Este año, una corte israelí se pronunció a favor de los colonos judíos que buscan expulsar de sus casas a familias palestinas en el barrio Sheij Jarrah, en el norte de la ciudad.
Según el tribunal, las familias judías habían probado un reclamo de décadas sobre la tierra, lo que enfureció a los palestinos y desató meses de protestas que se han intensificado las últimas noches.
Pero otros incidentes también atizaron las llamas.
En abril, la policía israelí cerró la plaza en las afueras de la Puerta de Damasco de Jerusalén Este, un punto de encuentro de palestinos después de las oraciones vespertinas del Ramadán.
La medida provocó violentos choques con la policía, que levantó las barricadas después de varias noches de tumultos.
Después vinieron los choques en la plaza Al Aqsa el viernes después de las oraciones del Ramadán, que dejaron a más de 200 heridos.
La policía dijo que actuó en respuesta a los proyectiles lanzados por "miles" de manifestantes.
Mohamed indicó que él se encontraba entre los miles que rompían su ayuno, comiendo un dátil y bebiendo agua, "cuando la policía comenzó a atacarnos".
En cambio, el sábado hubo más tranquilidad en Al Aqsa durante la Leylat al-Qadr (noche de destino), que para los palestinos conmemora la noche en que el Corán le fue revelado al profeta Mahoma.
Sin embargo, la inestabilidad continuó en Sheij Jarrah, donde las hostilidades podrían prolongarse en los próximos días, dependiendo de lo que resuelva la Corte Suprema sobre el desalojo de las familias palestinas.
Toda palestina
"El caso de Sheij Jarrah es el caso de toda Palestina", sostuvo Malak Orok, de 23 años, quien se manifestó el sábado con sus amigos en Jerusalén.
"Hoy es por ellos (las cuatro familias), mañana será por nosotros", consideró.
La zona ha sido foco de históricas disputas de propiedad entre organizaciones de colones judíos y los palestinos.
El legislador israelí Itamar Ben-Gvir, de extrema derecha, se involucró en la crisis al visitar Sheij Jarrah para declarar que sus casas pertenecen a judíos, y pedir a la policía que "dispare" a los manifestantes.
Reporteros de AFP han visto a colonos judíos en ese barrio armados con revólveres y rifles de asalto.
Jaad Assad, de 24 años, dijo a AFP que muchos manifestantes creen creen que los seguidores del presidente palestino, Mahmud Abas, son corruptos y "están colaborando con los israelíes".
Assad afirmó que generaciones de palestinos han enfrentado a rivales poderosos que buscan expulsarlos, pero que han perdurado más que todos ellos.
"Con la ayuda de Dios, nos quedaremos", prometió.