“Si alguna vez hay una revolución que incluya a las locas, avísame, ahí voy a estar yo, en primera fila”. Con estas palabras, la sexagenaria travesti conocida como la Loca del Frente (Alfredo Castro) manifiesta a su joven amigo Carlos (Leonardo Ortizgris), un militante revolucionario, su escepticismo ante una izquierda que, en los hechos, discrimina a los homosexuales tanto como el conservadurismo de la derecha política. Tengo miedo torero (2020), tercer largometraje del chileno Rodrigo Sepúlveda ( Aurora, 2014), basado en la novela homónima de su compatriota Pedro Lemebel, relata la singular relación de amistad y amor no correspondido que vive la pareja protagonista en Chile, en 1986, durante un año de intensa represión política. Ese mismo año en que un grupo de ultraizquierda prepara un atentado contra la vida del dictador Augusto Pinochet.
Carlos cultiva en el filme el cariño que le profesa la Loca Sin Nombre con el fin de utilizar su modesto departamento como guarida clandestina para él y para sus cajas de libros que esconden herramientas de la lucha clandestina. Por su parte, el travesti sólo desea vivir con el joven un romance que de antemano sabe imposible y con ello compensar la larga historia de desamor que ha sido su vida entera. Esa historia es también la de la larga discriminación homofóbica vivida por el propio Lemebel, misma que refirió en sus libros de crónicas urbanas y que luego denunciaría en tanto activista y fundador, junto con Francisco Casas, de Las Yeguas del Apocalipsis, un colectivo gay de sólo dos personas, que fue provocador y muy temerario en tiempos de la dictadura. Tengo miedo torero, única novela escrita por Lemebel, quien falleció en 2015, es ante todo el relato de una intensa vulnerabilidad afectiva que el cineasta tiene aquí el mérito de evocar de modo convincente, sin apegarse escrupulosamente al texto original, pero rescatando la esencia de ese desamparo individual (“Si algo me quedó debiendo la vida es el amor que inventó para los otros”, señala La Loca a Carlos), que a su vez alude al desasosiego y miedo de quienes a diario vivieron una prolongada represión política.
Esa atmósfera de continuo amedrentamiento oficial, de imparables cacerías de brujas, de redadas a antros frecuentados por homosexuales, la transmite en parte la cinta de Sepúlveda, pero la elección de un actor tan magistral como Alfredo Castro para el papel protagónico, crea también un vínculo evidente con otras cintas chilenas, interpretadas por Castro ( Tony Manero, 2000; Post Mortem, 2010), ambas de Pablo Larraín, en las que esa misma zozobra social adquiere tintes todavía más dramáticos. La novedad en Tengo miedo torero (el título procede de una canción homónima interpretada por Lola Flores), es la manera en que muestra hasta qué punto pueden coincidir la suerte de un paria sexual –políticamente conservador, sexualmente anárquico, y por todo mundo repudiado–, con el infortunio de un izquierdista trasterrado, el izquierdista radical que encarna el mexicano Leonardo Ortizgris con un novedoso toque de ternura viril. La conjunción de dos figuras solitarias, aquejadas en grados distintos por la vulnerabilidad social que comparten, es algo deliberadamente buscado por el director y que al final confiere mayor frescura y originalidad a su versión del relato de Lemebel. Tal vez sea esta la razón por la que se ha buscado establecer un vínculo entre esta cinta y El beso de la mujer araña (1985), del argentino Héctor Babenco, película basada en la novela homónima de Manuel Puig, en la que un prisionero gay relata a su compañero de celda guerrillero algunas tramas de cintas clásicas hollywoodenses con el propósito de seducirlo. Cabe sugerir, empero, que sin la complejidad dramática que el actor Alfredo Castro aporta aquí al personaje de la Loca del Frente, posiblemente la narración fílmica de Tengo miedo torero no habría ido más allá de una anécdota entretenida y pintoresca, adaptable incluso al teatro de Broadway como lo fue la novela de Puig. Pero a final de cuentas, basta ver el estupendo documental Lemebel (Joanna Repossi Garibaldi, 2019), disponible en Amazon Prime, para apreciar hasta qué punto el filme de Rodrigo Sepúlveda evoca con acierto el durísimo mundo que habita el protagonista central de Tengo miedo torero, y las fantasiosas estrategias y salidas que le permiten sobrellevar con dignidad no sólo el lastre de una dictadura, sino también el de su amorosa pasión no correspondida.
Se exhibe en Cine Tonalá a las 15 horas y es también un estreno de Amazon Prime.