Ciudad de México. El cuerpo humano ha tenido mucha vigencia ante la irrupción de la pandemia de Covid-19, pero en general ha sido “una especie de servidor mudo”, al cual sólo le prestamos atención cuando enferma, sostiene el médico y ensayista Francisco González Crussí, quien recientemente publicó tres libros en los que aborda la relación de la filosofía y el arte con las ciencias médicas.
El autor presentó hace unos días los títulos Las folías del sexo: ideas y creencias sobre el sistema genital (Debate), Del cuerpo imponderable: ensayos sobre la visión médica y artística de la corporalidad (Academia Mexicana de la Lengua) y Más allá del cuerpo: ensayos en torno a la corporalidad (Grano de Sal).
González Crussí (CDMX, 1936) sostiene: “He tenido la oportunidad de ver el organismo desde dentro, y por eso prácticamente todo lo que he escrito o dicho ha sido desde el cuerpo. Aunque sea silencioso, para mí está siempre presente.
“El cuerpo, últimamente, ha tenido mucha vigencia. Hay muchos escritos, conferencias, libros y revistas que tratan sobre él, pero generalmente no le ponemos atención. Vivimos fuera del cuerpo todo el tiempo. No nos llama la atención excepto cuando se enferma.”
En Más allá del cuerpo, el especialista en patología incluye un par de apartados sobre la pandemia actual y el futuro de las enfermedades producidas por el contacto con animales (zoonosis).
El escritor menciona que esa atención ha sido una característica suya: “Hay gente que, sin ser médico, ha hecho reflexiones más importantes, más válidas que las mías, pero yo las he vivido de forma consuetudinaria. Todos los días, durante muchos años, aunque ya estoy retirado, mi labor consistía en eso.
“Eso dio pie a muchas reflexiones que tal vez de otra manera no hubiera podido hacer, no me hubieran venido a la mente. En cierto modo, he hecho una especie de deformación profesional u ocupacional.”
La forma de escribir sus textos tiende a cierto desenfado, a pesar del dramatismo posible de sus temas. El ensayista explica que eso le viene de su lugar de crecimiento, en la colonia Obrera de la Ciudad de México.
“En ese ambiente tiene uno que hacerse de toda suerte de estrategias o escudos para evitar los sinsabores de la pobreza y a veces la miseria. Subterfugios por donde escapar de las presiones y los dolores del día. Uno de esos es el humor. Algo de eso se ha quedado en mi escritura.”
El médico inició su carrera en Canadá y trabajó en Estados Unidos desde 1973. Es profesor emérito de la Universidad del Noroeste de Chicago, ciudad en la que habita desde hace más de 30 años. Ha publicado una docena de títulos en español y otros idiomas.
El especialista en patología refiere que su interés por escribir era previo a sus estudios. “No lo pude hacer porque la medicina, sobre todo como se practica en Estados Unidos, es totalmente absorbente”.
Mientras ejercía como doctor, agrega, “por las noches venía esa inquietud, por ejemplo, de por qué un hombre muere de forma absurda de una parasitosis. Me venían ganas de leer lo que han dicho los filósofos, tomar notas y escribir”.
De formación humanística
Francisco González refiere que su inclinación por los pensadores en torno al cuerpo “tiene que ver con la formación humanística, porque en más de 30 años de experiencia he visto a muchos colegas que vienen todos los días al hospital, ven la tragedia de la enfermedad y el espectáculo a veces asombroso y muchas otras trágico de lo que sucede al cuerpo, y no han reflexionado.
“Para ellos es la chamba. Se acostumbran, porque eso tiene también el cuerpo, que no está hecho para vivir a un grado de alta tensión permanente. Tarde o temprano los espectáculos y las acciones más dolorosas llegan a convertirse en costumbre.
“No tienen una preocupación humanística, nunca se preocuparon por la literatura, la filosofía, el arte. Podían ser muy competentes en su oficio, pero no iban más allá: a la reflexión, el pensamiento de qué hay más allá, por qué están haciendo lo que están haciendo y qué les sugiere.”
El ganador del Premio Internacional de Ensayo Pedro Henríquez Ureña 2019 de la Academia Mexicana de la Lengua apunta que estos señalamientos a algunos médicos es un problema hasta filosófico: “Estudian al paciente y es casi inevitable objetivizarlo, porque lo ven como un problema a resolver.
“El ser humano es más que eso, aparte de objeto de estudio de fisiología o fisiopatológico es una persona humana, tiene sueños, ambiciones, temores y esperanzas. En un libro inédito he dicho que desprender al ser humano de todo ese bagaje es un poco como amputarlo de sí mismo, quitarle una parte muy suya, muy propia.
“El médico tiene que estudiar al paciente como objeto de estudio, no puede evitar deshumanizarlo en ese momento. Debe, además, tener la empatía, el altruismo y la humanidad que le permita relacionarse en forma más humana con el paciente.”