En días pasados, ante el disgusto causado por la noticia de que nuestra nación no estaba participando en esta ocasión en la prueba PISA, organizada por la OCDE y aplicada en todos sus países miembros, no obstante su participación en todas las pruebas realizadas desde el año 2000, la Secretaria de Educación Pública dio marcha atrás a esta decisión, comunicando que el examen se realizaría en 2022, una vez normalizadas las clases presenciales; si bien entiendo que ello se debió a que durante el periodo de las siete pruebas anteriores (entre 2000 y 2018) México era gobernado por grupos neoliberales, y que estos exámenes terminaron siendo utilizados para denostar al magisterio nacional como responsable único de los malos puntajes, considero que la nueva decisión se ha dado, tomando en cuenta las dos razones que ahora explico: la primera de ellas se refiere a la oportunidad que nos da esta prueba para medir la magnitud del retroceso que ha causado el Covid-19 y estar en condiciones de definir una estrategia que nos permita superar dicha problemática en el menor tiempo posible, sobre todo sabiendo que la brecha que nos separa de los sistemas educativos europeos y asiáticos debe haberse incrementado, en virtud de los avances tecnológicos con que han contado esas naciones para responder al reto de la educación a distancia, provocado por la pandemia, mientras en nuestro país se ha utilizado la televisión, al no contar con una red de Internet con cobertura nacional, además de que el número de familias que cuenta con equipos de cómputo también es reducido.
La segunda se relaciona con la problemática asociada a la desaparición de la cultura de las evaluaciones, misma que con mucho esfuerzo se fue creando durante las pasadas tres décadas, haciendo posible la creación y utilización de las evaluaciones conocidas como Enlace, las cuales fueron aplicadas entre 2006 y 2015 en todo el país para la educación básica, y entre 2009 y 2015 para la educación media superior, con las que se pudo observar con entusiasmo, por parte del magisterio y de la sociedad, las mejoras constantes en el caso de las matemáticas a lo largo de ese lapso, así como el desafortunado estancamiento en el caso de la comprensión de los textos, haciéndonos conscientes de la necesidad de encontrar mejores técnicas educativas para superar tales problemas. Con la llegada de Peña Nieto a la Presidencia, la cultura de las evaluaciones se comenzó a desmoronar por la decisión de ese gobierno de ocultar, a partir de 2017, los pésimos resultados de su mal llamada “reforma educativa”, la cual terminó generando un retroceso educativo a escalas menores a las existentes en 2009.
Ciertamente, la OCDE es un organismo de corte neoliberal, contrario a la ideología del actual gobierno, sin embargo, haciendo a un lado las diferencias con ella, estas pruebas nos permitirán conocer con esfuerzos mínimos, la situación real de los estudiantes mexicanos que terminan su educación secundaria e inician el bachillerato, en relación con los de otras naciones, incluyendo a varias latinoamericanas.
No sólo es necesario tener esta información que nos proporcionan los resultados de PISA. Las pruebas de Enlace que eran elaboradas y aplicadas por la Secretaría de Educación a todas las escuelas de educación básica y media superior del país, a partir de 2006, mostraron ser un instrumento de gran valor para estudiar y conocer los avances educativos de todas las escuelas de educación básica, en todas las entidades de la nación.
Desafortunadamente estas pruebas de gran riqueza en cuanto a información que permitieron obtener y que dieron un buen diagnóstico para el desarrollo del sistema educativo nacional, fueron criticadas y minimizadas primero, y canceladas al final del gobierno anterior, para no dejar huella del fracaso de “la reforma educativa” que se anuncio al inicio de la administración de Peña.
Por ello, debiera ser de la mayor prioridad restablecer las pruebas anuales de Enlace, con el propósito de que ellas nos permitan conocer la magnitud de los daños causados tanto por la administración anterior, como por la pandemia, haciendo posible definir un programa de acción para recuperar los niveles de conocimientos y habilidades que México debiera tener.
Finalmente, es necesario resaltar que al pretenderse llevar a cabo una gran transformación nacional, de acuerdo con el proyecto del Presidente, ello implica, para quienes laboramos en el sistema educativo, la necesidad de mostrar que la transformación de la educación mexicana es real y trascendente, y la única forma de demostrarlo, habrá de darse a través de evaluaciones nacionales en los tres años siguientes y seguramente en los que sigan. Tales evaluaciones habrán de mostrar un incremento sustantivo tanto en matemáticas como en ciencias y en la comprensión de textos, a la par de una nueva formación cívica que nos asegure el rechazo general de la corrupción, en todas sus formas.
Por ello, el rescate de la cultura de las evaluaciones educativas es fundamental para asegurar que en un futuro, que esperamos cercano, la educación mexicana pueda llegar a los niveles de las naciones más avanzadas.
* Director del Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa