El miércoles pasado se cumplieron 200 años de la muerte de Napoleón Bonaparte, en la isla de Santa Elena, donde se encontraba confinado. Personaje reverenciado y también denigrado, ocupa un lugar fundamental en la historia de su país y de Europa. Diversas son las actividades programadas para recordar sus logros más importantes. Uno de ellos tuvo gran impacto social y es poco conocido: en 1800 legalizó las casas destinadas a la prostitución, al igual que ese oficio en las calles. Todo bajo la vigilancia policial y sometido a un control sanitario a fin de evitar enfermedades. Que fue para “contener las pasiones y los excesos”, escribieron los cronistas de la época, quienes señalaron cómo Napoléon reconoció que una “meretriz” que ejercía cerca de lo que hoy es el Museo del Louvre lo inició en los “placeres de la carne”.
Las casas de placer se identificaban por tener una lámpara a la entrada y sus ventanas cerradas. Por eso se les llamó maisons closes. Las hubo de lujo extremo, acorde con la adinerada clientela que las frecuentaba. Finalmente, hace 70 años quedaron prohibidas. Pero no desapareció el negocio dirigido por una madame, las casas de citas y la prostitución callejera. Una madame muy famosa fue Claude. Su nombre verdadero, Fernande Groudet. Reinó en París entre 1960 y 1970 gracias a una exclusiva red de prostitución destinada a complacer a relevantes funcionarios y políticos, a poseedores de grandes fortunas y a artistas renombrados. Nunca reveló el nombre de su clientela.
Claude llegó a controlar a 500 mujeres y algunos hombres que ofrecían placer por tarifas que iban de mil 500 y 2 mil euros. Ella se quedaba con 30 por ciento. Gozó de la protección de su influyente clientela y de organismos policiales, a los que ofrecía a cambio información sobre los mafiosos de entonces y políticos importantes. Como Al Capone, su imperio lo derrumbó la oficina de impuestos, a la que debía millones de francos. Logró huir a Estados Unidos en 1970. Regresó a París en 1985 creyendo que su caso estaba olvidado, mas fue condenada a varios meses de prisión. Liberada, reabrió su negocio y de nuevo la encarcelaron. Murió en 2015 a los 92 años y en el olvido. Ahora, Netflix ofrece un acercamiento a la vida de Claude, la proxeneta que pretendió “hacer del vicio algo hermoso”.