Hoy, 6 de mayo, se cumplen 25 años de vida de Serapaz –Servicios y Asesoría para la Paz AC–, organización de la sociedad civil que desde su nacimiento y a lo largo de su historia ha forjado una identidad caracterizada por poner en el centro a las personas en el arduo proceso de acompañar movimientos sociales en resistencia frente a políticas de Estado que vulneran los derechos humanos.
Sus orígenes se remontan a 1996, cuando se requirió de la conformación de una instancia civil que apoyara las labores de la Comisión Nacional de Intermediación (Conai) para mediar el conflicto armado entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno federal. En aquella coyuntura, Miguel Álvarez Gándara, Gonzalo Ituarte Verduzco y, especialmente, don Samuel Ruiz, con su larga trayectoria de camino al lado de los pueblos indígenas de Chiapas en la promoción de sus derechos, asumieron la responsabilidad de encabezar a Serapaz en sus inicios.
Los primeros dos años el papel de Serapaz fue discreto, hasta que la disolución de la Conai y la falta de cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés le obligan a asumir un rol más protagónico frente a los conflictos indígenas en Chiapas. A la par de asumir el seguimiento a los Acuerdos, emprendieron un valioso esfuerzo para fortalecer a los actores locales y promover dinámicas de paz, mediante un formidable trabajo de articulación dirigido a la reconstrucción de tejidos sociales.
A partir de ahí, Serapaz se abre a otros conflictos, actores y ámbitos de acción, sobre la base de los aprendizajes recogidos de su experiencia originaria en Chiapas y privilegiando un enfoque de transformación positiva de conflictividades. Así, su trabajo quedó configurado en tres grandes vértices institucionales: la construcción de paz, la transformación positiva de conflictos sociales y la defensa de los derechos humanos, reivindicando en los tres el papel de las víctimas, de los pueblos y de las resistencias como sujetos de derechos.
Este triple enfoque asume que los conflictos son producto de estructuras de poder políticas, sociales, culturales y económicas, que generan desigualdad y exclusión, lo cual obliga a poner la mirada en las necesidades inmediatas y en las causas estructurales de fondo que alimentan la conflictividad. Gracias a esta perspectiva, se evita incurrir en posiciones reaccionarias, y se facilita el proceso de acompañamiento y fortalecimiento de actores sociales, que exigen del Estado el cumplimiento de derechos fundamentales y resisten frente a estrategias de los poderes públicos y privados que buscan arrebatarles sus derechos.
De este modo, Serapaz dio un salto geográfico desde Chiapas hacia otras regiones de nuestro país y se volvió pionero en la labor de acompañar el caminar de un sinfín de movimientos en resistencia por los derechos humanos, la seguridad y el territorio. Así, por mencionar algunos, acompañaron al Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y a las víctimas de Atenco, en la mediación con el gobierno de Vicente Fox como consecuencia de la expropiación de tierras ejidales en la zona de Texcoco para la construcción del NAIM. De igual manera, acompañó, junto con otras organizaciones de la sociedad civil, al Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras al Proyecto La Parota, en Guerrero, un proyecto hidroeléctrico que afectaría directa e indirectamente a cerca de 100 mil campesinos y sus familias. Intervino también en la mediación entre el gobierno y el Ejército Popular Revolucionario tras la desaparición forzada de dos de sus integrantes, y ha acompañado a otros movimientos emblemáticos, como el de la Asociación Popular de los Pueblos de Oaxaca, y el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México. Todo ello, sin abandonar la complicada labor de mediación en los conflictos territoriales y culturales en Chiapas, ni su acompañamiento constante a resistencias en contra de megaproyectos hidroeléctricos y mineros, principalmente en el sureste mexicano.
Sirva este repaso histórico en el marco de su 25 aniversario para reivindicar el trabajo realizado por Serapaz en beneficio de los pueblos y movimientos de los excluidos, de las víctimas de la omisión y la depredación generada por políticas desarrollistas de Estado; ocasión también para reconocer un cuarto de siglo de digno caminar junto a los movimientos y pueblos en resistencia, quienes son los verdaderos protagonistas de la defensa de los derechos humanos.
Hoy, Servicios y Asesoría para la Paz AC, sigue siendo un bastión de resistencia, pero sobre todo un refugio para centenares de personas que, en palabras de Estela Hernández, buscan que la “dignidad se haga costumbre”. En estos momentos de alta crispación política y social, pero sobre todo en un contexto en el que la pandemia ha profundizado las desigualdades estructurales asociadas al modelo hegemónico, espacios civiles como Serapaz son imprescindibles mediaciones estratégicas para el fortalecimiento de actores en pie de resistencia y exigencia de sus derechos frente al Estado.