En lo que parecería una buena noticia para la humanidad, el presidente Joe Biden anuncia su “apoyo a un levantamiento global de las protecciones de patentes para las vacunas contra el Covid-19, con el fin de acelerar la producción y distribución de inmunizantes en el mundo”, mientras la representante comercial de aquel país, Katherine Tai, comunicó que Washington “apoya tal exención, porque se trata de una crisis sanitaria mundial y las circunstancias extraordinarias de la pandemia exigen medidas extraordinarias”.
Suena bien, pero resulta exactamente contrario al posicionamiento que desde un principio mantuvo el mandatario estadunidense, pues éste siempre sale en defensa de la propiedad privada y los intereses empresariales, contraviniendo la petición de la ONU y la de muchos gobiernos, en especial de las naciones subdesarrolladas.
Entonces, ¿propaganda, simple manifestación de buenas intenciones o lavado de manos ante la inacción de su gobierno frente a “una crisis sanitaria mundial y las circunstancias extraordinarias de la pandemia exigen medidas extraordinarias” (Tai dixit). El mandatario gringo sabe perfectamente a qué tipo de monstruo oligopólico deberá enfrentarse si lleva a la práctica su dicho, y no hay que desestimar que algunos de los integrantes del pulpo, por no decir todos, deben figurar entre los más destacados “donantes” a su campaña presidencial.
Dado lo anterior, hay que retomar la investigación del colega español Pascual Serrano, publicado en el portal Sputnik (https://bit.ly/33kpgrO), que documenta y detalla quiénes mueven y condicionan la entrega del biológico y alteran su precio, una historia “de cómo los accionistas son dueños de las diferentes vacunas”.
Dice Serrano que son familiares los nombres de los fabricantes de las vacunas, “pero no se habla tanto de cuáles son sus accionistas, o dicho de otra forma, quiénes son los dueños de ellas. Como era de suponer, básicamente se trata de dos fondos de inversión: The Vanguard Group y BlackRock, que administran inversiones por 16 billones de dólares. Si fueran un bloque de naciones, serían la tercera potencia mundial”. Están metidos en todo tipo de grandes empresas, entre ellas las trasnacionales farmacéuticas.
Una de las estrategias de BlackRock “es lograr influencia política mediante la contratación de altos cargos de gobiernos y bancos centrales. Lleva contratados al menos a 84 ex funcionarios del gobierno de Estados Unidos. Además del ex director del banco central de Suiza, el ex ministro de Hacienda del Reino Unido, el ex vicepresidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, el ex portavoz parlamentario del partido alemán CDU, el ex jefe de gabinete de Hillary Clinton o el ex consejero de Jacques Chirac”. También aparece Goldman Sachs, accionista de varias de las farmacéuticas fabricantes de vacunas, “desde AstraZeneca hasta Novavax”.
El negocio de las vacunas no para de dispararse para estos fondos de inversión, subraya Serrano. “El primer gran pelotazo lo pega Pfizer cuando descubre que de cada vial en lugar de salir cinco dosis se pueden sacar seis, como el precio firmado por los gobiernos eran por dosis, se encuentra con una subida de 20 por ciento de su producto, una ganancia anual adicional de 3 mil 120 millones de euros por el mismo producto. Como no les pareció suficiente, dos directivos de Pfizer anunciaron que habría una oportunidad para que Pfizer subiera los precios de lavacuna”. Además, el feroz cabildeo de las farmacéuticas con la cúpula política “para que no ceda ante quienes piden la liberalización de las patentes”.
Fundamental en todo esto: “no deja de salir a luz información que muestra que los principales recursos para la investigación de las vacunas fueron públicos, que han financiado la investigación, el desarrollo, la capacidad productiva…, pero la propiedad final de la vacuna sigue siendo de la empresa, la que decide la cantidad que se puede producir y el precio de venta”.
En síntesis, los citados fondos “ya no son solamente los dueños del dinero que se invierte en el mundo; ahora lo son de nuestra salud, o sea, de nuestra vida”.
Las rebanadas del pastel
Por doquier hay onerosísimas obras públicas, pésimamente construidas por empresas privadas, inconclusas y que han costado vidas de muchos mexicanos. Y no es de ahora, sino de todos los gobiernos. Entonces, nada mal caería una auditoría al respecto.