Del mismo tamaño del dolor que nos ha causado la tragedia en el Metro, (la línea maldita), de ese mismo tamaño es el asco, la repulsión, la indignación y la rabia que provocó la campaña del Partido Acción Nacional en busca de votos.
Fieles a su idea de mantener el oportunismo como su punta de lanza, los panistas armaron uno de los capítulos más vergonzosos en la historia de la ciudad, cuando trataron de tomar ventaja de la desgracia de las familias impactadas por el dolor que trajo el accidente para echar a andar su maquinaria proselitista.
¡Vamos a denunciar a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum!, gritaban sin ningún respeto a la mujer que, bañada en lágrimas, les respondía también a gritos que ella buscaba a su hijo, que le ayudaran a encontrarlo, pero esa no era la tarea de los blanquiazules, su meta era conseguir votos y explotar el dolor de la madre del niño Giovanny.
La mujer se dio cuenta de la mezquindad con que los panistas pretendían engancharla y lanzó golpes e insultos a la jauría carroñera integrada por Andrés Atayde, Christian Von Roerich, Héctor Barrera, Orlando Garrido y Federico Döring, militantes de primerísimo nivel, entre otros.
Hace un buen rato que el panismo agoniza, cuando menos en la Ciudad de México. El fracaso de sus gobiernos, por todos lados, ha ido enseñando a la gente de la capital que la derecha que ellos representan no es opción para una urbe que quiere ir adelante con tolerancia y rumbo claro en su desarrollo económico. Bien se podría decir que lo que tocan se pudre; los ejemplos están a la vista: Vicente Fox y Felipe Calderón, por quedarnos nada más con el extravío en los gobiernos federales.
Seguramente la tragedia en la línea (maldita) dorada golpeará a los candidatos de Morena en algunos lugares de la ciudad, pero sin duda la acción que realizaron los panistas el martes en aquellas calles de Tláhuac, que seguramente nunca habían pisado, tendrá resultados muy negativos para ese partido que, a fin de cuentas, sólo se quitaron las máscaras para mostrarnos a todos su verdadero rostro.
Sería imposible pedir a las autoridades electorales que sancionaran este tipo de actos, porque no está en su ánimo ni en su agenda, pero lo que no se puede evitar es advertir que ese hecho sólo es el anuncio de la necesidad urgente de replantear el quehacer político, por lo pronto en la capital.
Es decir, no podemos estar en el inicio de una nueva fase de perversión política, por el contrario, debemos estar al final de una era en que la política ha sido herida muy profundamente con la imposición del modelo del mercado que la ha desvirtuado y que es, como se ve, la razón de ser, por ahora, cuando menos de los azules.
De pasadita
Habrá que hacer una revisión muy profunda del trabajo de la directora del Metro, Florencia Serranía. Parece que en algunas partes del análisis que se hace desde la Cuenta Pública se asegura que mientras se restaban recursos en áreas importantes, porque los ingresos no eran suficientes durante 2020, en otros rubros sí había incrementos.
Todo parece indicar que donde hubo aumento de gastos fue en el renglón de servicios personales. Remuneraciones adicionales y especiales fueron los rubros a los que se destinaron un porcentaje importante de dinero público. Es el momento de extender las investigaciones en el Metro hasta su médula. Los problemas se vienen en cascada.