Seguramente a ustedes les sucede: cuando uno formula un pronóstico optimista, positivo, benéfico y éste no se realiza, da muina, tristeza y, por supuesto, un inevitable sentimiento de frustración. Pero peor: cuando se predice un escenario tétrico, malsano, negativo y ándale que acertamos, éste sí que es un duro golpe. Que no sólo nos abruma, sino peor, nos hace sentir como aves de mal agüero y más: a los compañeritos paranoicos y culpígenos nos provoca a considerarnos cómplices o culpables, por el solo hecho de haber sido fisgones y opinadores.
Esto es, hoy día, lo que a la columneta le sucede. Desde el año pasado cuando el coronavirus comenzó a empoderarse del planeta y hacer trizas a vastas y diversas regiones de nuestra casa colectiva, aquí se dio una nerviosa voz de alarma: la naturaleza ya se hartó y está reaccionando. Al insensato afán destructivo, autodestructivo mejor dicho, al que hemos dado rienda suelta durante tantos años, hoy nos revira con una severa demostración de su hartazgo y también de su poder. Éste es el primer registro que hago de los pandemoniacos meses que hemos estado viviendo.
Infortunadamente, al dolerse de la tragedia por la que atravesamos, de nueva cuenta la mal llamada sabiduría popular volvió a equivocarse, pues, ejerciendo su vocación naif sentenció: nos está yendo mal a todos porque “el que la hace, la paga”. ¡Vaya con la ingenua y absurda sentencia! La cotidianidad nos abofetea a diario con pruebas incontrovertibles de que, quien sabe cómo hacerla, es, precisamente quien jamás paga nada. Quienes la hacen, pero cubriendo ciertos protocolos elementales de maldad, perversión, infamia, desfachatez, carencia de principios éticos o cuando menos de simples escrúpulos, pero, eso sí, poseedores de suficientes, relaciones, sociedades, asociaciones lucrativas y complicidades selladas por una fidelidad total al código del honor: la omertá: el silencio, aunque el precio sea la muerte. Detallito curioso: uno de los posibles orígenes del vocablo omertá se refiere a la hombría, a la hombredad, a la masculinidad. ¿Entonces, por qué ella es el único sujeto que, hasta soflameramente cumple con el compromiso? Rosario es la ficha que mantiene (tambaleante hasta el momento), el llamado efecto dominó. ¿Hasta cuándo? Tengo en la punta de los dedos (dos), con los que tecleo, el nombre de un personaje que me ahorraría espacio y sería la demostración plena de mi osada afirmación: “Los que la hacen, si la hacen con toda premeditación, alevosía y ventaja, se convierten en nuestros acreedores. No nos pagan, nos cobran, los muy cobrones”. Son como la canción, de don Juan Mostazo Morales: Los bien pagaos. ¡Vaya un nombre!, como demostración de lo afirmado y para abrir un necesario comentario sobre el expediente de los hampones, los malandrines, a quienes rendimos honores y convertimos en ejemplos, platiquemos, a la brevedad, de don Alonso Ancira, a quien se le acaba de otorgar la licencia 007 y medio que le permite la expoliación de los bienes de la nación durante una década, y ya que les sacó bastante jugo (beneficios, intereses, plusvalía, rendimientos, usura) los regresa a regañadientes y al subir a su camioneta super blindada tira la ceniza de su H-Upman o Montecristo y tan sólo musita: “De regreso a casa, Jaime”.
Ahora, unas cuantas cifras que debieron cubrir todo lo anterior y que demuestran que la pandemia no puede ser igual y pareja en un mundo tan desigual, injusto, desproporcionado y definitivamente bizarro. Veamos: India está ubicada en el sur de Asia y cuenta con una población de más de mil 400 millones de habitantes. Es el segundo país del mundo en este rango. Su territorio es de 3 millones 287 mil 263 kilómetros cuadrados. Su capital, Nueva Delhi; la ciudad más poblada, Bombay. India es considerada la tercera economía del mundo; sin embargo, o por eso, 10 por ciento de su población posee 55 por ciento del ingreso nacional. India elabora 60 por ciento de las vacunas que se producen en el orbe, por eso es conocida como la “farmacia del mundo”. Por Desgracia, mientras India es uno de los países que más vacunas produce, al mismo tiempo encara uno de los mayores retos para lograr inmunizar a sus nacionales. Si de acuerdo, con Serum, uno de los grandes fabricantes de vacunas en el mundo, el gobierno indio quiere vacunar a 250 millones de personas antes de julio, necesita mil 250 millones de dólares. ¿A quienes tienen esa disponibilidad, les será redituable la inversión? Por lo pronto, en India las noticias dejan de serlo de un día para otro y cada vez son más desgarradoras: Reuters, Europa Press: “332 mil contagios en un solo día”, “Sin oxígeno, una muerte cada cinco minutos”. Los contagios en India siguen rompiendo récords. En 24 horas los contagios llegan a 401 mil 993 (AFP, Reuters, AP). La nueva información provoca, inevitablemente, que nuestra conversa continúe si así lo consideran. Pd: Me falta contestar correos, de los gratos y los que no.
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