Llama Bernarda Muñoz, informadora taurina de dinastía, como ahora se dice de toreros con apellidos más o menos ilustres, para decirme: “te tengo dos sorpresas que literalmente vas a saborear. La primera es que está a punto de entrar a la imprenta el libro Memorias de un ciego visionario, cuidadosa recopilación de vivencias, anécdotas, experiencias y entrevistas de mi padre Jesús Muñoz, El Ciego, prestigiado informador taurino durante más de medio siglo, pero también becerrista, novillero, matador, apoderado, empresario, poeta, declamador, increíble filántropo y promotor de espectáculos a lo largo y ancho del país, fundador de la primera agencia de información taurina en México, hermano del diestro José El Negro Muñoz y padre del matador Curro Plaza”.
“Referente invaluable en la historia de la tauromaquia −prosigue Bernarda entusiasmada−, El Ciego Muñoz relata emocionado pasajes de vida extensa y vivencias intensas como un mexicano que supo ser amigo de humildes y de importantones sin jamás perder el piso ni caer en amarguras. Por lo que toca a las imágenes −añade la directora del Entretendido, portal taurino y de espectáculos−, la obra muestra unas 80 reproducciones en blanco y negro con personajes del medio taurino y artístico nacional e internacional por medio de la lente de reconocidos o modestos pero oportunos fotógrafos que penetran en el variopinto mundo taurino y en la rica personalidad del autor.
La segunda sorpresa de Bernarda Muñoz fue que nos viéramos en La Cocina de Seigri, en Díaz Mirón 106 esquina con Torres Bodet, frente al kiosco morisco de Santa María la Rivera, restorán, luego sabría, propiedad del matador Ángel García El Chaval (Puebla, 29 de noviembre de 1972), quien tras un promisorio debut en la Plaza México recibió la alternativa apadrinado por David Silveti el primero de mayo de 1991 en Puebla, y confirmó su doctorado en el coso de Insurgentes el 28 de septiembre de 1995 de manos de Javier Escobar El Fraile.
Tuvo El Chaval el don del pundonor y más que exquisiteces, mostró los arrestos suficientes para poder desplegar ante los pitones la difícil estética de la ética, esa cuerda tan cara como la de los estilistas genuinos, no los de imposturas y posturas efectistas. Y mientras unos intentan reactivar la fiesta de toros en México otros continúan con giros aparentemente distintos, pero que reflejan su singular estilo y particulares rasgos delante de los toros.
¿Por qué tico-mexicana la cocina? Porque de ésta se encarga la señora de El Chaval, Seigri Briseño, costarricense de origen, con una simpatía sólo comparable a su sazón, que incluye delicias de la cocina española y postres irrenunciables. Como entrada, unos enyucados rellenos de carne o queso, plátanos machos con queso y croquetas de jamón serrano acompañadas de tinto de verano. Había para escoger, porque diario cambian menú, pollo a la caribeña con coco o una exquisita lasaña tica que en vez de pasta lleva capas de plátano macho o puchero andaluz y como remate un budín de peras al vino tinto acompañado del típico café chorreado, de insuperable aroma y sabor, con su respectivo chorreador o soporte de madera.
La sobriedad de la planta baja contrasta con la planta alta, de paredes profusamente adornadas con fotografías, carteles y recuerdos de la trayectoria taurina de El Chaval. Así que solo, acompañado o en grupo es obligado conocer y disfrutar de la sencilla intensidad que brinda La cocina de Seigri, un lugar diferente con sabores y atención excelentes.