En la carretera forestal, una pareja y su cría con las crines erizadas observan el vehículo que pasa. Son los caballos de Przewalski, especie amenazada que prospera en una región inusual: Chernóbil.
“Es el símbolo de la zona de exclusión”, dice Denys Vychnevsky, jefe del departamento científico de la reserva natural creada en este territorio hace cinco años. Escena de un terrible accidente nuclear, del que se cumplen 35 años, la región que rodea la central fue desalojada.
Ciudades, campos y bosques fueron abandonados. En total, más de 2 mil 200 kilómetros cuadrados al norte de Ucrania y 2 mil 600 al sur de Bielorrusia no son aptos para la vida humana.
Con el tiempo, la naturaleza ha reconquistado el terreno: las carreteras se reducen, devoradas por las yerbas, mientras las casas y edificios desaparecen en las zonas boscosas.
En Pripiat, junto a la central, los árboles crecen dentro de los edificios de cemento gris, decorados con gloriosos frescos y emblemas soviéticos decrépitos.
Sobre todo proliferan animales salvajes, en particular especies raras, como si la radiactividad fuera menos peligrosa para su supervivencia que la presencia humana. Se encuentran linces, alces, pigargos de cola blanca e incluso osos... Pero el caballo de Przewalski es, sin duda, el más exótico.
Último equino salvaje en el mundo y más pequeño que sus congéneres domesticados, pero fuerte y resistente, debe su nombre al explorador ruso Nikolai Przewalski, quien lo descubrió en el desierto de Gobi en 1879.
Víctima de la caza y de la reducción de su territorio, había desaparecido totalmente de su hábitat en Asia a mediados del siglo XX, pero los esfuerzos de los científicos han permitido restaurar la especie a partir de una docena que vivían en los zoológicos y su población es actualmente de unos 2 mil 700 ejemplares.
En 1998, una treintena fueron liberados en Chernóbil, en el marco de un experimento científico para reintroducir en esta zona una especie de caballo similar a la del autóctono que ahora se ha extinguido.
Sementales y jumentos se quedaron y se han reproducido. Hasta ahora, los biólogos han censado 150 en la parte ucraniana y 60 en Bielorrusia. El 8 por ciento de la población mundial, un millar de bestias, también se han reintroducido en Mongolia, China y Rusia.
Tras haber sufrido numerosos cruces con caballos domésticos, los animales de Chernóbil no son utilizados para la reproducción de la especie, explica Maryna Chkvyria, especialista del zoológico de Kiev. “Es una reserva como un arca de Noé, que podría servir en caso de una brusca caída de la población mundial de animales”, asegura Vychnevsky.
Afp