Nueva York. Ante una pandemia sin precedente en un siglo, la mayor crisis económica en décadas, el mayor ataque, incluido un intento de golpe de Estado contra la institucionalidad democrática de Estados Unidos, la explosión de un movimiento masivo contra la violencia del racismo sistémico, Joe Biden y Kamala Harris llegaron a la Casa Blanca hace cien días con el objetivo de restaurar “el alma” del país, proclamar que la superpotencia “está de regreso” en el orden (o desorden) internacional, y recuperar un tanto de cordura y racionalidad institucional después de cuatro años de un régimen populista de derecha con tintes neofascistas.
Desde que Franklin D. Roosevelt comenzó la evaluación de los primeros cien días de un nuevo gobierno, en Washington se ha vuelto un rito que suele sentar las bases y definir la narrativa política del Ejecutivo, y de hecho algunos comparan el estreno del gobierno de Biden con el de Roosevelt por los desafíos que ambos enfrentaron en un país en plena crisis.
El mayor cambio que Biden busca impulsar, más allá de implementar una estrategia efectiva contra la pandemia es, en efecto, marcar el fin de la era neoliberal que empezó con la elección de Ronald Reagan en 1980 y que fue el consenso político bipartidista desde entonces hasta 2020.
En su discurso ante el Congreso el miércoles, Biden rechazó explícitamente la doctrina neoliberal inaugurada por Reagan, al declarar: “la economía de goteo (trickle down economics) nunca ha funcionado”.
Para lograr este giro en política económica y social ha impulsado tres programas masivos de inversión pública por un total de 6 billones de dólares –uno ya promulgado en ley para el rescate de la economía, otro de infraestructura y un tercero para ampliar la red de bienestar social y reducción de pobreza–, que representan la expansión más grande del gobierno en décadas con el objetivo de revertir la desigualdad económica.
“Es hora de hacer que la economía crezca de abajo hacia arriba y desde el medio hacia afuera”, ha repetido. Gran parte de esos programas, propone, serán pagados por un incremento sustancial de los impuestos sobre los más ricos del país, o sea, revirtiendo por completo la fórmula neoliberal inaugurada hace 40 años.
Estas propuestas han sido acompañadas por proyectos de ley para la defensa de los derechos laborales con la novedad de un presidente argumentado explícitamente que los sindicatos son la clave para revertir la desigualdad económica y la reconstrucción del país. “Wall Street no construyó Estados Unidos. La clase media construyó este país, y los sindicatos construyeron la clase media”, declaró esta semana.
Migración
A la vez, desde su primer día y a lo largo de los primeros cien, Biden ha buscado revertir la retórica y medidas antimigrantes de su antecesor promoviendo una vez más ante el Congreso su propuesta de reforma integral que incluye la regularización de 11 millones de indocumentados; también ha instado a los legisladores a aprobar medidas más inmediatas para regularizar a jornaleros y hacer permanente la protección a los llamados dreamers.
Mientras, con órdenes ejecutivas ha buscado revertir las políticas y medidas de Trump, dando instrucciones para ubicar y reunir con sus familias a los niños separados por su antecesor, cancelando la prohibición sobre viajeros de ciertos países musulmanes, y anulando el llamado programa “permanece en México”, entre otras cosas.
Biden también ha impulsado proyectos de ley en defensa del derecho al voto y reformar normas para las policías.
Cambios ejecutivos
Pero mucho en estos ambiciosos proyectos depende de un Congreso donde el Partido Demócrata de Biden cuenta con una mayoría muy escueta, y donde eso puede cambiar en menos de dos años con las próximas elecciones intermedias –por eso la prisa de presentar tantos proyectos ambiciosos en estos primeros cien días.
Mientras negocia con el Legislativo, Biden ya se anotó logros significativos, empezando con la conformación del gabinete y del gobierno más diversos en la historia, e impulsar algunos cambios mediante orden ejecutiva (más de 63 en el primer centenar de días) sobre temas de justicia racial, derechos civiles, iniciativas sobre migración, normas ambientales y cientos de acciones para empezar a revertir medidas y regulaciones ejecutivas implementadas por el gobierno anterior.
El cambio inmediato y de mayor impacto de los primeros cien días del nuevo gobierno está, sin duda, en el nuevo respeto a la ciencia y los expertos de salud en la estrategia contra la pandemia, tema que fue clave para determinar los resultados de la elección que llevó a Biden a la Casa Blanca, superando 200 millones de vacunas aplicadas en el país que fue el epicentro mundial de contagios de Covid-19.
El rubro internacional
En el plano internacional, Biden, al proclamar que “Estados Unidos está de regreso” –cumplió su promesa de reingresar al Acuerdo de París sobre cambio climático, reintegró al país a la Organización Mundial de Salud y otros organismos multilaterales–, dice que busca resucitar el acuerdo nuclear con Irán, restableció programas de apoyo con los palestinos, declaró que retiraba el apoyo a la guerra contra Yemen y anunció el retiro de sus tropas de Afganistán este año.
A la vez, proclamó el objetivo de recuperar “el liderazgo de Estados Unidos en el mundo”, como parte de una misión aparentemente sagrada en la cual se propone “ganar el siglo XXI”, ante la competencia con China y Rusia. Además, continúan las acciones bélicas estadunidenses en por lo menos 10 países (que casi no se mencionan) y por ahora se mantienen las mismas políticas de agresión y cambio de régimen contra Venezuela y Cuba que operaban con Trump.
El giro a la izquierda
Biden, quien durante su larga carrera política se definió como un centrista pragmático y poco audaz, ha sorprendido a liberales y progresistas dentro y fuera de su partido.
En gran medida, eso es resultado tanto de fuerzas progresistas dentro de su partido encabezadas por figuras nacionales como el senador Bernie Sanders y Alexandria Ocasio Cortez, como en respuesta a movimientos sociales masivos, desde el que defiende las vidas negras, a los de los latinos y migrantes, nuevas expresiones vitales dentro del liderazgo obrero y nuevas generaciones que abogan por las causas ambiental e indígena, así como el de los jóvenes contra las armas, todos los cuales fueron clave en su triunfo contra Trump.
Aunque no ha incorporado algunas de las propuestas progresistas como promover un seguro de salud universal, suspender deportaciones o recuperar la normalización de las relaciones con Cuba que se logró durante la era de Barack Obama, varios líderes de “izquierda” indican que no esperaban tantos avances recomendados por ellos en los primeros cien días.
Pero a diferencia del comienzo del gobierno de Obama, esta amplia constelación de movimientos anuncia que se mantendrán movilizados con el objetivo de presionar a este gobierno no sólo para que cumpla sus compromisos, sino con el fin de promover mayores cambios en los rubros de derechos de migrantes, reformas del sistema policiaco y judicial para desmantelar el racismo sistémico, responder a exigencias históricas de la comunidad afroestadunidense, indígenas y otras minorías, así como mayores medidas sobre cambio climático y control de armas de fuego, entre otras, señalando que estas luchas continuarán en los próximos cien días.
Cuando el presidente estadunidense Joe Biden cumple cien días en su cargo, ha cumplido con algunas de las mayores promesas de campaña concentradas en la respuesta al Covid-19, pero en algunos otros temas está luchando con el modo de promulgar las reformas prometidas. Vía Graphic News.