En 1910, Nazim Fehti, secretario del Comité de Unión y Progreso, de Turquía, propuso en el congreso de esa agrupación política el exterminio de los armenios del imperio otomano, y que sus riquezas pasaran al gobierno. “Es necesario aniquilarlos –afirmó Fehti–, actuar, frente a todas las dificultades, absueltos de conciencia, de sentimientos de humanidad, pues la cuestión no es de conciencia ni de sentimientos humanitarios: es sólo de índole política, íntimamente vinculado con el beneficio y futuro de Turquía”.
Era un plan establecido mucho antes, y para cumplirlo asesinaron, entre 1894 y 1896, a 300 mil armenios. En 1909, en la provincia de Adaná, a más de 15 mil, pero fue el 24 de abril de 1915 cuando la propuesta de Fehti comenzó a ejecutarse en gran escala. Más de millón y medio de armenios fueron asesinados o deportados. Sus viviendas y negocios, saqueados o confiscados. A miles de familias las obligaron a salir del territorio turco a través del desierto, en caravanas de la muerte. Los sobrevivientes tuvieron refugio en Siria, Egipto, Libia, Irán e Irak. Muchos viajarían después a Europa, en especial a Francia, y a América. La matanza terminó en 1921, y las grandes potencias de entonces miraron para otro lado, involucradas como estaban en la Primera Guerra Mundial. Turquía sostiene que no cometió genocidio, que fue una “guerra civil”, en buena parte, alentada por los lazos que había entre armenios y rusos.
Todas las evidencias contradicen esa versión, por eso más de 30 países reconocen que fue el primer genocidio del siglo XX. El pasado 24 de abril lo hizo Joe Biden, rompiendo así la política de sus antecesores de no “incomodar” a su aliado e integrante de la OTAN. El mandatario estadunidense afirmó que desde ese día, con la detención de intelectuales, artistas y líderes comunitarios por las autoridades del otrora imperio otomano, “un millón y medio de armenios fueron deportados, masacrados y/o obligados a caminar hasta morir en una campaña de exterminio. Honramos a todos los que perecieron en el genocidio”.
En 1939, Adolf Hitler dijo : “Después de todo, ¿quién habla hoy del aniquilamiento de los armenios?” Se equivocó, igual que los líderes turcos. El genocidio del primer pueblo en adoptar al cristianismo, origen de brillantes creadores, como Gregorio de Narek (poeta místico admirado por Octavio Paz), William Saroyan, Aram Jachaturian, Atom Egoyan, Charles Aznavour y Arshile Gorky, es una negra losa sobre la historia turca. México todavía no condena esa cruel matanza.