Adolfo Córdova describe así su libro para niños, titulado Infinitos, que se presentará hoy en la Feria Internacional del Libro de Yucatán (Filey): “Infinitos es celebrar la llegada al mundo; todavía podemos ser cualquier cosa, sin estar anclados a una definición o estar fijos; como cuando un bebé empieza a dar sus primeros pasos, con una curiosidad impresionante, y se lanza hacia cualquier dirección. Hay algo en ese primer impulso, algo que me parece bello conservar, con lo que sería bueno reconciliarnos y regresar”.
En entrevista, el autor explicó que gran parte de la literatura destinada a niños “parece condensar un montón de prejuicios sobre lo que son y de implantar recetas, doctrinas, ideas. Eso lo aprendemos en las escuelas e instituciones, en las familias y en la vida.
“Siento que es traicionar un poco a los niños y niñas. Cuando leen, buscan otras cosas: reinventarse, redefinirse, recrear su mundo, entenderlo, comprender mejor dónde están, hacerse preguntas, resolver preocupaciones, divertirse, jugar, explorar más.”
El también periodista afirmó que “muchas veces se ve al pequeño con una mirada vertical, no de pares, tendemos a hablar en su lugar; incluso, en el de sus deseos, como si supiéramos qué es mejor para ellos. Es un lugar común decir eso.
“A veces sí, los adultos podemos tener más experiencias, pero ellos también tienen criterio y saben, desarrollan una opinión, se preocupan y se enteran de lo que viven. Eso se entiende cuando se entabla una conversación horizontal, de escucha abierta.”
La única certeza es dudar
El trabajo de Córdova busca llevar a niños, jóvenes y adultos a “cuestionar lo que se da por sentado y lo que se da por verdad. Crecer –reflexionó– es un proceso de definirte y dibujarte límites, de aceptar reglas y convenciones, de ponerte etiquetas y asumir papeles.
“En un verso, digo: ‘Me desconozco como la palma de mi mano’, para ponernos en esa posición que nos puede llevar a un nivel crítico, de duda. Esa es la única certeza que hay en el libro (la duda), aunque suene oxímoron.
“Es abrir preguntas que no tienen una sola respuesta; puede haber muchas. Es un ensayo de muchas posibilidades, de dónde empieza y dónde termina. Es recordar, volver a ver el mundo con ojos de asombro y no quedarse estático en una ideología, en una convicción o en un valor, sino estar abierto a cambiar, adaptarse y abrazar la diversidad.
“Es como una semilla en el puño: no sabes qué va a ser, y es emocionante; es la imagen, que es más clara en la niñez cuando se pregunta qué será un niño cuando sea grande. Pero no se trata de eso, sino de qué será mañana o cómo ven el mundo por la tarde, de repensar la semilla como la infinidad.”
La obra, publicada por el Fondo de Cultura Económica (FCE), está editada por Susana Figueroa e ilustrada por Cristina Sitja Rubio, quienes, de acuerdo con el escritor veracruzano, decidieron dibujar animales para el poema. “Es como estar más cerca del mundo natural, salvaje, sin reglas adultas.
“Esas figuras tienen mucha conexión con la niñez, tal vez porque les reflejan una mirada libre de prejuicios. Además, son referentes más abiertos en los que se pueden identificar muchos lectores.
“Un pájaro azul o un gato naranja como los que dibujó Cristina son dos juguetes que cobran vida; estos elementos pueden ser hembra macho, viejo, joven y, aunque pueden darnos ciertas características, en general suelen ser abiertos. Pueden ser más universales y, hasta cierta forma, pueden democratizar un poco la lectura.”
–¿Por qué Infinitos? –se le preguntó al también autor de El dragón blanco y otros personajes olvidados.
“Porque es como un lugar que se puede habitar, ver en uno mismo el infinito como una cualidad del ser. El eje del libro es la metáfora del cuerpo como esa primera casa, ese signo que nunca termina, ánimo libre y abierto de las infancias. Al final pongo ‘en mi cuerpo veo’”, concluyó.
La publicación se presenta hoy en la novena Filey a las 13 horas en las redes sociales del FCE y Educal.