El exceso de corrupción que se dio y se sigue dando entre personajes simbólicos que impusieron hegemonías durante los regímenes pasados va más allá de lo que la imaginación pueda idear.
Por donde se mire, hacia donde se dirija una investigación saltan formas, algunas muy audaces y sofisticadas, otras muy burdas que se utilizaron para otorgar beneficios económicos a ciertos grupos de poder.
En el trabajo que la administración actual ha desplegado para tratar de reconstruir lo casi todo destruido, todos los días se encuentra un nuevo dato de corrupción, una forma nueva, a veces impensable, de cómo se pasaba sobre la ley sin mayores consecuencias.
Nadie se salvaba. Los hombres de negocios más importantes, que quede bien claro, los más importantes, los más pesados, eran condicionados a comprar, por ejemplo, a un solo proveedor, el que se ordenaba desde los más altos puestos del gobierno.
Hasta donde se nos ha dejado saber hay investigaciones sobre los precios que la IP debía pagar a ciertas firmas que se recomendaban desde alguna oficina, por ejemplo, de Los Pinos.
Entonces, el silencio cubría las operaciones que por ningún motivo parecían justas, sino ilegales. Nadie decía nada, como si todos, o muchos, estuvieran en espera de su turno para obtener muchas ganancias desde algunos negocios amparados por el poder.
No había salvación y era preferible mantener el silencio a quedarse sin las ganancias que representaba trabajar con el gobierno. Insistimos, las pruebas se pueden registrar todos los días sin descanso.
Imponer compras a un solo proveedor puede ser una de esas formas burdas. Fácil, se le compra a tal o cual firma o no hay negocio, y no había escapatoria, a fin de cuentas es el gobierno el mayor inversionista, el mayor empleador.
Hoy hay algunos miembros de la iniciativa privada que comentan, a veces indignados, a veces nostálgicos, cómo se usaba el poder para lograr insertarse en las listas de proveedores del gobierno y las condiciones que se imponían para que las inversiones fluyeran.
Los tiempos parecen haber cambiado y desde la misma iniciativa privada, que requiere de una revisión profunda de sus métodos de trabajo, debería considerarse la posibilidad de levantar la voz para romper las cadenas de corrupción que la han mantenido atada a intereses que no le permiten crecer como se debería. Ya veremos.
De pasadita
Otra vez, el asunto en el sistema judicial que debería estar sujeto a la discusión de todos es la reforma a ese poder. Resulta mucho más importante tener un sistema legal, limpio, creíble y justo que lo que hoy se padece.
Y es que en medio de las discrepancias sobre si Zaldívar sí o Zaldívar no, el sistema de justicia no es tocado ni por el pétalo de una coma, y al mismo tiempo nada se habla sobre los requerimientos de una reforma.
Tal vez estemos equivocados, pero nadie, cuando menos entre la gente que conocemos, mete la mano al fuego por algún representante de la justicia en nuestro país.
La reforma es urgente, castrarla es uno de los métodos más socorridos por quienes no quieren que la reforma reforme, y para eso, ni quien lo dude, hay una fila de candidatos que si acaso podrían pasar el sacudidor por encima de las formas y los fondos del sistema, pero eso sí, sin que nada se moviera. Lo que resulta escandaloso y mucho muy peligroso es que no exista en todo el aparato de justicia mas que el ministro Zaldívar. Eso sí es como para aterrar al más tranquilo. Qué barbaridad.