Un jurado de 12 personas encontró culpable al policía blanco que hace un año asesinó a un ciudadano negro, George Floyd, en forma por demás cruel y artera en el estado de Minnesota. El asesinato fue presenciado por un grupo de transeúntes, uno de los cuales filmó la forma en la que el policía lo aprisionó contra el suelo con una rodilla en la garganta, a pesar de que, por estar esposado, no representaba ningún peligro para los tres policías que lo rodeaban.
Desesperado, Floyd rogó al policía que le permitiera respirar debido a que se estaba ahogando. Los transeúntes, que atónitos presenciaban la escena, se hicieron eco de las palabras de Floyd, implorando al policía que lo liberara. Todo fue inútil. Durante nueve minutos el policía mantuvo aprisionado a Floyd hasta que murió.
El asesinato fue transmitido innumerables veces por la televisión y redes sociales, y causó manifestaciones de indignación a lo largo de toda la unión americana. No cabía la menor duda de la culpabilidad del policía. El video era la prueba indiscutible para condenarlo. Sin embargo, a pesar de la evidencia, había cierto escepticismo sobre la decisión del jurado. Por esa razón, cuando por fin se anunció la sentencia, se escuchó un largo suspiro en todo el país.
“Si importamos” declaró una abuela afroamericana que esperaba el fallo en las afueras de la Corte y rompió en llanto al escuchar que se encontró culpable de asesinato con agravantes al policía. Su expresión fue el colofón de una larga cadena de decepciones y frustraciones de una comunidad que ha sentido en carne propia la injusticia y parcialidad de un sistema que invariablemente exonera a blancos por los mismos delitos que condena a negros.
La impunidad policiaca en contra de negros y latinos no es nueva ni menos frecuente. Así parece quedar demostrado cuando en los precisos momentos en que se efectuaba el juicio en Minnesota, otro policía blanco en la ciudad de Chicago victimó, sin razón aparente alguna, a Adam Toledo, un joven latino de apenas 13 años.
Una de las secuelas de la muerte de Floyd es la ley que con su nombre fue aprobada en la Cámara de Representantes, y está pendiente en el Senado para su aprobación. Abre la puerta para un cambio, que será paulatino, en la actitud de la policía frente a las minorías raciales.
Mientras tanto, gracias a la audacia de los ciudadanos que documentan con sus teléfonos la alevosía policiaca, tal vez sea posible que negros y latinos tengan menos temor cuando sientan la proximidad de los guardianes del orden.