Aunque el gobierno de Washington hizo saber en días pasados que no estaba interesado en vincular la lucha contra el calentamiento global y las medidas a adoptar ante el fenómeno migratorio desde Centroamérica hacia territorio de Estados Unidos, como propuso el presidente Andrés Manuel López Obrador en la cumbre virtual por el Día de la Tierra, el 22 de abril, este domingo la vicepresidenta de la potencia del norte, Kamala Harris, terminó por articular ambos asuntos, al anunciar que Washington, por medio de su Departamento de Agricultura, “va a aumentar recursos para ayudar a los agricultores centroamericanos que han sido devastados por la crisis en términos de clima y sequía”.
En la perspectiva de Harris, el cambio climático es una de las causas principales del incremento del flujo migratorio, debido a las condiciones meteorológicas extremas.
“No se trata únicamente –dijo– de la devastación económica (…) sino que se sufre de hambre extrema allí, hay inseguridad alimentaria”, agregó la segunda al mando en la Casa Blanca.
El posicionamiento es claramente distinto al del mandatario mexicano, el cual ha propuesto extender a Guatemala, Honduras y El Salvador, con apoyo financiero de Estados Unidos, el programa Sembrando Vida, que el gobierno mexicano aplica desde hace dos años para generar empleos en el agro, reactivar la economía de regiones expulsoras de mano de obra y combatir la deforestación –y, por ende, el cambio climático– en nuestro país.
La vicepresidenta estadunidense, en cambio, no consideró la posibilidad de emprender acciones que contribuyan a reducir ambos fenómenos, sino que se limitó a esbozar una medida paliativa para el componente de la migración que se origina en los efectos del calentamiento global.
Las declaraciones de Harris se quedan, pues, a medio camino: si bien en ellas se reconoce una vinculación entre asuntos climáticos y flujos migratorios, es claro que Washing-ton prefiere abordar ambos problemas en forma separada y sin construir soluciones que incidan positivamente en ambos. Adicionalmente, lo dicho por la vicepresidenta de Estados Unidos deja ver que la Casa Blanca no se decide a aceptar un tratamiento multilateral de los desplazamientos humanos y la crisis medioambiental, lo que implicaría necesariamente aceptar un temario común para los gobiernos de los cinco países involucrados.
Refleja, en cambio, la preferencia histórica de la Casa Blanca a negociar individualmente con cada país, un terreno en el que la superpotencia puede imponer con mayor facilidad sus términos y condiciones.
Cabe esperar que en esta problemática la administración demócrata sea capaz de ir más allá de las inercias colonialistas que exigen en cada acción de política exterior una posición de ventaja y superioridad frente al interlocutor, y que reconozca tras los flujos migratorios hacia su territorio componentes económicos y sociales que son independientes del deterioro climático y que deben, sin embargo, ser enfrentados con la misma premura que el calentamiento global.