A veces es intolerable leer o reportar las noticias cotidianas sobre el quehacer de las cúpulas políticas y económicas y sus consecuencias para las grandes mayorías. Todo parece ser “amenaza existencial”: la pandemia, la crisis climática, la violencia sistémica, incluida la violencia económica, social y política, y la locura militar.
Los días están empapados de estas noticias. En los 11 meses desde que fue asesinado George Floyd por un policía, el cual fue declarado culpable la semana pasada, 181 afroestadunidenses más fueron asesinados por policías. A la vez, la violencia sistémica social se sigue expresando en balaceras masivas, noticia que ya es tan común que se vuelve rutinaria.
Al mismo tiempo, el experto sobre políticas bélicas William Arkin reporta en su nuevo libro que “todos los días Estados Unidos está bombardeando y matando en por lo menos 10 países en Medio Oriente y África, y a veces hasta en 21 (...) A pesar de 20 años de la guerra perpetua contra el terror, no hay ningún país donde ha combatido Estados Unidos que se pueda decir es más seguro que antes del 11-S”, señala.
Estados Unidos con su gasto militar equivalente al total de los siguientes 10 países que más invierten en la muerte (https://www.sipri.org/databases/milex) sigue “modernizando”, sus armas nucleares básicamente bajo la misma doctrina nuclear de este país desde inicios de esta “carrera” denominada “destrucción masiva asegurada” o “MAD” (por sus siglas en inglés), palabra que también significa: loco.
Mientras tanto, el Covid-19 sigue arrasando al país más rico del mundo, aunque es para agradecer que durante los últimos tres meses el gobierno federal ahora le hace caso a la ciencia. Vale recordar que el gobierno criminal de Donald Trump fue responsable de la muerte innecesaria, según investigaciones de expertos, de cerca de 400 mil personas (de las más de medio millón en esa lista) entre ellos decenas de miles de mexicanos en este país.
Algunos siguen lucrando en medio de todo esto: un tercio del total del incremento por 4.3 billones en la riqueza de los ahora 719 multimillonarios (fortunas superiores de mil millones) estadunidenses desde 1990 se acumuló durante los últimos 13 meses de la pandemia (https://inequality.org/great-divide/billionaire-pandemic-profit-surges/).
Entre toda esta locura, fuerzas supremacistas, neonazis y antimigrantes del país siguen representando la mayor amenaza de “terrorismo” dentro de Estados Unidos, afirman las autoridades, mientras continúa la estrategia derechista, con Trump como su héroe, para suprimir el derecho al voto de minorías y pobres, con más de 250 medidas estatales diseñadas para reprimir a la democracia misma.
Pero la semana supuestamente concluyó con algo positivo: que Washington junto con otros países se comprometió a abordar el cambio climático con nuevas promesas. Greta Thunberg, la figura más reconocida de un nuevo movimiento ambientalista mundial, se atrevió a decir, una vez más, que los políticos hablan mucho y hacen poco ante la crisis ambiental, y que con ello amenazan el futuro de su y las siguientes generaciones. Por supuesto fue descalificada por los que justifican las posiciones de los mandatarios, afirmando que la “niña” de ahora 18 años tiene buenas intenciones pero no sabe nada. Thunberg, como siempre, respondió que tenían razón: “no me hagan caso a mí, sólo pido que escuchen a la ciencia… Ustedes dirán que somos ingenuos… pero por lo menos no somos tan ingenuos como para creer que las cosas se resolverán con países y empresas elaborando objetivos lejanos e insuficientes”.
“La población en general no sabe lo que está sucediendo y ni sabe que no lo sabe”, comentó una vez Noam Chomsky. Pero ha argumentado que cuando se entera, una mayoría suele oponerse a este tipo de políticas bélicas, económicas y sociales. Ahí está la esperanza de lo que llaman democracia, y de eso depende tal vez la supervivencia de este país y del planeta.
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