Los niños tienen muchos sueños, deseos e inquietudes, afirma la dramaturga Aura Rebollo, quien dirige Se busca, una historia sobre un lobito distinto al resto de su manada, pues no le divertía cazar, lo que le gustaba era cantar. “Hay que dejar que los niños exploren sus gustos y apoyarlos”, también pide a los adultos.
El lobito deja el bosque y se traslada hasta la cocina, la sala o el patio en la nueva versión audiovisual del montaje para la virtualidad, la cual se estrenó el sábado pasado en la plataforma del Centro Nacional de las Artes (Cenart) y en redes sociales. Con música de jazz de fondo, el colectivo artístico Río Que Suena narra una travesía que susurra: “Si sigues los deseos de tu corazón, no te vas a equivocar”.
En entrevista, Aura Rebollo expresa que se hace una reflexión sobre la búsqueda de identidad y perseguir lo que más nos guste, ya sea cantar al sol durante el ocaso o ser como el viento. “Si uno toma la decisión de dedicarse a algo que en verdad quiere, aunque sea difícil y cueste mucho trabajo, no es imposible. El chiste es no darse por vencidos”.
Teatrera, actriz de formación, pero cantante de corazón, se describe durante la conversación Aura Rebollo, quien lleva muchos años trabajando con niños. La obra, que se estrenó en 2017, nació de su experiencia, pues parte de su familia no estaba conforme con su decisión de estudiar actuación: “Dedícate a otra cosa”, le decían. Así conoce a muchos otros, que dejaron de pintar o de hacer lo que soñaban.
El público infantil canta y baila. De esta manera, “hablamos del respeto, que incluye la tolerancia, aceptar a los otros como son y ver que las individualidades son importantes en la sociedad y que es necesario aprender a convivir”.
El sentirse bien que entonaba Nina Simone o la tonadita de Take Five, del cuarteto Dave Brubeck, son reconocibles en un repertorio de canciones clásicas de jazz y de swing que fueron trasladas al montaje musical en Se busca. El cuerpo es la voz, pues además de la música vocal, los actores se expresan gracias a la percusión corporal como instrumento.
La pandemia, una motivación para explorar
La incertidumbre de no saber cuándo llegaría el momento del encuentro presencial obligó a pensar en esta versión para el público a distancia, lo cual cambiaba mucho la obra, ya que se alimenta de la interacción; ahora “es un lenguaje totalmente diferente”.
Todo un equipo trabajó arduamente, desde Aura Rebollo, quien rescribió partes del guión y las letras de la canciones con ayuda de la arreglista y compositora Leika Mochán y la asesoría del cineasta Abraham Tari. También se incorpora el uso de máscaras, de proyecciones de sombras y pantallas simultáneas.
La obra ya estaba contemplada en la programación del Cenart, pero “se movían las fechas y volvían a mover. Optamos por esta versión virtual, una decisión consecuencia de la pandemia y de no estar aferrados a lo presencial”.
Los actores comenzaron a ensayar desde Zoom, en la sala, la recámara o cualquier espacio en casa. Finalmente, estos ambientes también se incorporaron en la obra, que fue grabada en La Quiñonera y luego se metieron al estudio de grabación Cubetta Récords para la música.
“Para nosotros fue una exploración, jugar con las cámaras, ver qué pasa si me alejo, si desaparezco. Ninguno había hecho algo así. Esta experiencia implicó imaginarnos cosas y armar una filmación de varios días, meternos todos en este nuevo lenguaje. Seguimos jugando desde nuestras casas, en la cocina o en la sala, porque podemos hacer teatro donde sea.”
La obra se transmiten sábados y domingos desde el 24 de abril y hasta el 9 de mayo a las 12:30 horas. En la segunda mitad del año esperan mostrarla en el formato tradicional en algún teatro de la Ciudad de México.
“Ha sido agotador, pero emocionante. Estos contratiempos obligaron a una nueva modalidad, aunque no quisiera. Nos otorgó la posibilidad de aprender cosas nuevas y crear, de no quedarnos con lo que ya tenemos.”