Hacer teatro es algo que ya no interesa a las nuevas generaciones de estudiantes de la especialidad, según el director escénico y docente Germán Castillo, quien se jubiló de la enseñanza al cumplir 75 años, en 2019.
“Las generaciones han cambiado mucho; soy intransigente y no tengo ganas de aprender a convivir a estas alturas del partido con gente a la que no le veo muchas patas para gallo, ganas de hacer teatro. Es lo que sentí en los últimos dos o tres años; los estudiantes están ocupados de muchas cosas, menos de ellos en el teatro.”
El creador escénico sostuvo la noche del jueves una extensa charla con el director de la Compañía Nacional de Teatro (CNT), Enrique Singer, como parte del ciclo virtual Conversaciones, organizado por esa agrupación.
Tras aclarar que se mantiene activo como creador e incluso proyecta tres estrenos, Germán Castillo (Ciudad de México, 1944) precisó que su retiro de la docencia tiene que ver, además, con que mucha gente, a partir del auge de las redes sociales, cree que por ver cinco veces una gran obra puede ya hacerla y, lo peor, que los funcionarios dan dinero para ello.
“No quiero ser parte de eso. Creo que el teatro tiene dos grandes realidades: una, estrictamente individual y, otra, profundamente colectiva, social. En la individual soy muy intransigente: para construir teatro me tengo que construir, y esta relación de la que habla Artaud es para mí sagrada, tanto como exponer la vida ante un toro”, subrayó.
“En lo individual, el teatro es para ti y para el teatro; en lo social, para los demás, y resolver esa aparente contradicción es un trabajo delicado, muy fino, donde entran las patas para gallo. Se tienen o no; no es cuestión de capacidad, sino de visión y voluntad.”
Durante más de dos horas, el creador escénico habló de cómo decidió dedicarse al teatro gracias a una plática con Paul Newman, de su faceta como escenógrafo y su paso de gestor cultural en la Universidad Nacional Autónoma de México y la dirección de Teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal).
Se refirió asimismo a la figura tutelar de Héctor Mendoza en su carrera, así como a algunos de sus montajes más memorables de entre las más de 100 obras que ha dirigido, como Antígona, de Bertolt Brecht, que fue su examen profesional; Los signos del Zodiaco, de Sergio Magaña, que hizo con la Compañía de la Universidad de Xalapa, y La escuela de mujeres, de Molière, que puso con estudiantes del Centro Universitario de Teatro.
También explicó por qué en su gestión al frente de Teatro del Inbal, entre 1987 y 1988, la CNT dejó de tener elenco estable, así como el distanciamiento que mantiene desde esa época con su homólogo Luis de Tavira, el cual se debe a la puesta en escena de Nadie sabe nada, de Vicente Leñero, dirigida por aquél, que fue removida de la cartelera sin motivos aparentes.
Precisó que fue suspendida porque “el secretario particular del Presidente armó un pancho” debido a que se acusaba al primer mandatario del asesinato del periodista Manuel Buendía, aunque en aquel momento se argumentó que la cancelación fue porque en ella se tocaba el Himno Nacional.
“Que (Luis de Tavira) me haya llevado la obra no me hace copartícipe de ninguna elección ni a él lo libera de nada. Siempre lo quise y lo respeté (…), pero no puedo asumir una responsabilidad que no tuve y que se manejaron las cosas de manera tal que pareciera que yo era el malo”.