En casi tres décadas de trabajo, los sepultureros más antiguos del mayor cementerio de São Paulo recuerdan haber hecho menos de 10 entierros nocturnos, pero desde que se agravó la segunda ola de la pandemia en Brasil esa excepción se transformó en regla.
El aumento vertiginoso de casos y muertes en esa ciudad en meses recientes obligó a la alcaldía de la urbe más rica y poblada del país a adaptar su plan funerario a fin de evitar un colapso: además de contratar más personal y vehículos para atender la demanda, fueron autorizadas jornadas nocturnas en cuatro de los 22 cementerios municipales, donde cada día se abren 600 fosas.
Uno es el Vila Formosa, el más grande de Brasil y de América Latina, y una de las postales del costo letal de la pandemia en esta nación, donde ya fallecieron más de 360 mil personas por Covid-19.
Ocho sepultureros vestidos con monos blancos, mascarillas y guantes llegan en dos camionetas. Bajan y se forman en círculo alrededor de las fosas, manos atrás del cuerpo, cabeza gacha y en señal de respeto guardan un minuto de silencio. Enseguida, van por las palas y cargan al primer fallecido de la noche.
“¿No hay familiares?”, pregunta uno. “No. Puede enterrar”, responde otro con los documentos del difunto en mano.
También contrataron unas 50 furgonetas para cargar cuerpos, porque los carros fúnebres no se daban abasto. La alcaldía niega que vehículos de transporte escolar formen parte de esta flota, versión que circuló ampliamente en medios locales.
El Vila Formosa alberga más de 1.5 millón de cadáveres en sus 750 mil metros cuadrados. En marzo alcanzó su pico, con 105 entierros en un único día, tres veces más que el promedio antes de la pandemia.
El 30 de marzo la ciudad de São Paulo tuvo la marca de enterrar a 426 personas en una única jornada. La experiencia no ha vuelto a repetirse desde entonces; el promedio actual es de 391 muertos y 325 entierros por día.
La alcaldía advierte que si se supera la cifra de 400 tomará nuevas medidas, aunque descarta que el Vila Formosa pase a funcionar 24 horas. El ayuntamiento analiza la construcción de un cementerio vertical en la zona este, mientras los lotes de aquí se llenan con rapidez.
Los sepultureros calculan que en 12 meses ya usaron 26 lotes, superficie que en tiempos prepandémicos rendiría para más de dos años de entierros.
“Aquí hay espacio para seguir”, dice uno de los hombres. “Ahora, a este ritmo, no sé hasta cuándo habrá”.
Afp