Buenos Aires., La escritora argentina Mariana Enríquez vive entre la sorpresa y cierta incapacidad para disfrutar su nominación al Premio Booker Internacional por Los peligros de fumar en la cama, colección de cuentos en los que la realidad cotidiana se funde con el relato más clásico de terror.
“Para mí en este momento disfrutar es muy difícil. Es una sensación muy rara, porque sientes el halago y te sientes reconocida, pero te falta la parte del placer”, señala Enríquez sobre esta nominación, que se dio a conocer a fines de marzo, en el contexto de la desgastante pandemia de coronavirus.
Con esta obra de 12 cuentos publicada en español en 2009 y traducida al inglés como The Dangers Of Smoking In Bed (Granta Books), la autora nacida en Buenos Aires en 1973 integra la lista de 13 precandidatos al galardón que anualmente premia una obra de ficción en cualquier idioma que haya sido traducida al inglés y publicada en Reino Unido o Irlanda. Hoy se conocerá la lista de seis finalistas y el ganador será anunciado el 2 de junio.
El premio de 50 mil libras esterlinas (69 mil dólares) se divide entre el autor del libro y su traductor. En esta obra se trata de la estadunidense Megan McDowell, quien reside en Chile y ha competido por el Booker por sus traducciones de otros autores de habla hispana.
La sorpresa de Enríquez obedece a que el jurado del premio se fijó en cuentos que además son del género de terror, lo que “no es habitual en el Booker... No son sólo raros, son bastante zarpados”, señaló la autora sobre las situaciones cotidianas abordadas en las que juega a extralimitarse.
La obra, escrita con el telón de fondo de la Argentina contemporánea, transita entre el realismo urbano y el horror, expresando ternura hacia los que sufren, sienten miedo o se hallan en el limbo, destacaron los organizadores del Booker.
En sus relatos, teñidos a veces de humor macabro, Enríquez habla de un bebé podrido que sale gateando de un patio trasero para convertirse en la sombra de una joven, de perversas adolescentes atravesadas por el sentimiento de la envidia, de una mujer obsesionada sexualmente con el corazón humano, de chicos desaparecidos que regresan con la misma apariencia sin ser los mismos o de un barrio de vecinos condenado por la maldición de un hombre marginado.
La autora se mostró conforme con la traducción realizada por McDowell, quien también ha traducido a autores chilenos como Alejandro Zambra o Diego Zúñiga.
“Está muy familiarizada con los giros léxicos del Cono Sur y con cierta idiosincrasia, lo que hace muy fácil muchas cosas... Lo puntual que trabajamos tiene que ver en cómo van a ser percibidos giros idiomáticos o apelativos, como cuando llamamos a la gente ‘flaco, negro, gordo’... Si lo traduces de forma directa, sin mediación para el mercado anglosajón, tiene una connotación negativa y para nosotros no es así”, explicó.
El complejo contexto argentino es fuente de inspiración para esta periodista que, aunque se ha especializado en cultura, escarba en la realidad más atrapante.
“Me interesa mucho la política en general y me parece que escribir terror desde América Latina implica incorporar nuestros miedos, que en general son miedos sociales. No es una originalidad... Me gusta mucho Stephen King”, señaló sobre el maestro estadunidense del terror, autor de obras como Carrie, en la que una adolescente perpetra una masacre en la escuela donde es hostigada por sus pares.
La escritora se considera parte de una generación de autores de habla hispana “ya criados con Stephen King, Star Wars, La historia sin fin”, que no subestima los géneros de terror y fantástico ni los toma como entretenimiento banal.
También pertenece a un grupo de autores de su país que se crió durante la cruenta dictadura militar argentina (1976-1983), que dejó miles de desaparecidos y en medio de crisis políticas y económicas recurrentes.
“Tomo un poco esa enseñanza del terror contemporáneo de usar elementos fantásticos cuando hace falta, elementos hasta folclóricos o una idea clásica del terror aplicada a nuestros problemas sociales y políticos”, indicó.
Enríquez dijo necesitar “cierta estabilización emocional” para volver a sumergirse en una creación literaria en medio de un contexto pandémico que la tiene “extenuada mentalmente”. “Hay varios puntos que me preocupan, como el de la ansiedad, la muerte omnipresente, pero al mismo tiempo poco visible” en medios de comunicación, donde “narrativamente veo pocos testimonios de gente que ha sufrido, del dolor”, aseveró.
Entre tanto, sigue encontrando en la tensa realidad argentina inspiración para imaginar una nueva obra. Una idea a la que da vueltas es la precariedad económica que ha sufrido el país desde que ella tiene recuerdo, que deriva en la incertidumbre sobre el futuro, “cierta falta de autoestima” y “vivir toda la vida en esa especie zona de peligro.
“Estuve pensando bastante en eso en términos de ficción; cómo la gente se la arregla con cualquier cosa. Y en lo fantasmal, en la tragedia que no ves”, señaló la autora sobre las crisis económicas que se suceden desde hace cinco décadas conllevando un proceso de deterioro que no termina de explotar en su verdadera dimensión.
Una de las peores fue la de 2001-2002. La actual se prolonga desde hace más de tres años y se ha agudizado con la pandemia, haciendo que la pobreza alcance a más de 40 por ciento de la población.
Enríquez figura en la lista de candidatos al Booker junto a la escritora china Can Xue y el autor keniano Ngugi wa Thiong’o, ambos favoritos perennes al Nobel de Literatura. Los nominados de este año son de cuatro continentes.
La también directora de Letras del Fondo Nacional de las Artes, organismo público que en Argentina apoya el desarrollo de la actividad cultural, es autora además de la colección de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego (2016), traducida a más de 20 idiomas y que la consolidó como una escritora de terror relevante. También escribió las novelas Cómo desaparecer completamente (2004), Chicos que vuelven (2010), Este es el mar (2017) y la premiada Nuestra parte de noche (2019).