El museo de sitio de la zona arqueológica de Xochicalco, en Morelos, reconocido como el primer recinto de esta clase en el mundo que se construyeron con visión ecológica, cumple 25 años.
Inaugurado el 10 de abril de 1996, actualmente el inmueble tiene un acervo de 958 piezas, la mayoría recuperadas durante las excavaciones del sitio arqueológico, que se realizaron entre 1992 y 1994. El proyecto se ejecutó de manera paralela, pues al mismo tiempo que se realizaba la exploración, se construía el museo.
Patrimonio Mundial de la Unesco
Con 707 hectáreas, la extensa zona prehispánica de Xochicalco fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), en 1999. Hoy únicamente se encuentran 12 hectáreas abiertas al público, por lo que queda un territorio de más de 690 hectáreas “pendientes por investigar y excavar”.
Para construir este singular museo se usaron técnicas ecológicas que permiten la iluminación natural, así como transformar la luz solar en energía eléctrica.
De igual manera, se emplean sistemas de recolección y almacenamiento de las aguas de lluvia y tratamiento de las residuales, así como materiales térmicos para techos y muros, que resguardan el interior del museo de las altas temperaturas en la región, aunado a una ventilación que no requiere aire acondicionado.
El diseño del arquitecto Rolando de Dada y Lemus está pensado para que el visitante lo recorra de manera cómoda y sin cansarse, como una introducción a la zona arqueológica, pues al final del recorrido saldrá a la entrada principal del sitio. Además, el paseante es recibido con una panorámica real de la fachada oriente de la zona arqueológica a través de un enorme ventanal de 13 metros de largo.
En un conversatorio difundido en la cuenta de Facebook de esta zona arqueológica (en la que participaron el director del museo, José Cuauhtli Alejandro Medina, y los investigadores Mario Córdova y Giselle Canto, con la conducción de Guillermo Correa), se destacó la importancia del museo como “un proyecto pionero en el mundo por su originalidad arquitectónica y su autosuficiencia ecológica”.
Su diseño, explicaron, no compite con las ruinas prehispánicas y se inserta en el ecosistema de la región, cuyos muros rugosos son una especie de camuflaje, pues se pintan dos veces al año “cuando hay presupuesto, de distintas tonalidades de verde”, comentó Canto. “Desde la zona arqueológica no se distingue el museo. Sólo se ve si se le busca”. Asimismo, recordaron que en la exploración del sitio y la construcción del museo participaron más de 150 trabajadores y ocho arqueólogos. Recientemente se colocaron audiocédulas en español e inglés, con códigos QR.