París. La Estación Espacial Internacional (EEI) ha sido un laboratorio científico puntero desde su construcción, en 1998, con más de 3 mil experimentos realizados en ingravidez que permitieron avances en ámbitos espaciales y también terrestres.
Actualmente “funciona al ciento por ciento de su capacidad”, afirmó Sébastien Vincent-Bonnieu, quien coordina los experimentos científicos de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), que enviará mañana a la EEI a su astronauta francés Thomas Pesquet, junto a los estadunidenses Shane Kimbrough y Megan McArthur, y al japonés Akihiko Hoshide. Su partida está prevista de Florida, a bordo de la misión SpaceX Crew-2, de la NASA.
El interior del laboratorio internacional, que se halla a 400 kilómetros de altitud, tiene un tamaño similar a un terreno de futbol y está dividido en pequeños espacios, como una colmena.
Los astronautas a bordo de la central, cuyo fin de vida está programado en 2028, realizan experimentos pilotados por investigadores desde la Tierra y sirven de “conejillos de Indias”.
La segunda misión de Pesquet en la EEI tiene previstos experimentos como el denominado Cerebral Ageing para estudiar el envejecimiento de las células nerviosas cerebrales; Telemaque, que consiste en una pinza acústica para manipular objetos sin contacto, y Eco Pack, nueva generación de envoltorios.
Relevo de tareas
Los astronautas se relevan en las tareas de laboratorio y los experimentos “se conciben a largo plazo, independientemente de las misiones”, según Sébastien Barde, responsable de Cadmos, división especializada del Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) de Francia.
A bordo de la EEI, el organismo humano, tan bien adaptado a la gravedad, es agitado como en una batidora y la degradación que se observa en los huesos y las arterias se asimila al envejecimiento celular, con la diferencia de que, al regresar a la Tierra, el fenómeno es reversible.
“Lo interesante es estudiar cómo trabaja el cuerpo para volver al equilibrio, ofreciendo eventuales pistas para el desarrollo de tratamientos” antienvejecimiento, según Barde.
“Es un aprendizaje permanente. Así como al principio era necesario llevar material médico al espacio, ahora es éste el que nos aporta recursos de este tipo puesto que la ingravidez nos brinda mayor comprensión de las enfermedades”, subrayó Jean-Yves Le Gall, presidente saliente del CNES.
Avances contra la osteoporosis, la salmonelosis, los sistemas de purificación del agua... En 20 años, “hubo hallazgos importantes” a bordo de la EEI, según el historiador estadunidense Robert Pearlman, quien citó otros proyectos “prometedores”, como la impresión 3D de órganos.
Algunas voces se elevaron contra el costo de estas investigaciones, toda vez que la NASA busca reducir su compromiso financiero para concentrarse en la exploración espacial más lejana.
“Desde la estación soviética MIR, sabemos todo lo necesario en torno a los efectos de la microgravedad en el cuerpo”, criticó en 2019 el ex astronauta francés Patrick Baudry, calificando la EEI de “patraña”.