Conjeturas, meditaciones, previsiones, recomendaciones, proyecciones optimistas y pesimistas, abundan hoy por el mundo en torno a la vida que viene en la pospandemia. Todos parecen esperar un algo distinto en la vida social, en la vida política, en la economía. Es una forma de calificar la calidad de la vida prevaleciente en el tiempo anterior a la pandemia.
La desigualdad social inadmisible del mundo actual es reprobada ahora por sectores diversos. El gobierno neoliberal de Obama-Biden, hoy quiere ser el gobierno neorooseveltiano de Biden-Harris, dicen los más optimistas, y dizque favorecer a los necesitados.
Sigue ahí también el espacio del punto muerto de la democracia liberal. Para sus creyentes, estábamos en el camino correcto. Sólo había que continuar mejorándolo. Ya habíamos llegado al punto final (y feliz) de la historia. Y vuelve una y otra vez el argumento churchilliano según el cual la democracia (inconfesa de liberal) es lo máximo.
Para lo que se ofrezca, también siempre está presente en México y en una enorme cantidad de países, la tesis de que todos los políticos son iguales. Todos ven para su santo, es una verdad que se quiere incontrovertible. Es el mundo de a río revuelto, ganancia de los de siempre.
Unos verdaderamente poderosos son los que se reúnen en el Foro Económico Mundial que no se fijan en la cháchara. Quieren un reinicio del capitalismo. Klaus Schwab fundador del foro, al alimón con el economista Terry Malleret, han escrito Covid-19 the Great Reset. Dicen que “la pandemia representa una rara ventana de oportunidad para reflexionar, reimaginar y reiniciar el mundo”. En agosto será, en Singapur, su próxima reunión.
Los del foro, sin embargo, tendrán que hacerse cargo del programa de gasto hiperkeynesiano de Biden, que deja en el limbo su proyecto del stackeholder capitalism que han estado tratando de vender al planeta desde hace al menos dos años. Biden tiene su propio reset. Hasta ahora los anuncios de su gobierno se refieren a los billones: los 1.9 billones de dólares adicionales de gasto aprobados en marzo, deben agregarse a los 3 billones de la primavera pasada, y a otros 900 mil millones de dólares del pasado diciembre y, además, el proyecto de 2 billones en infraestructura. Naturalmene, uno de los debates más encendidos ahora en Estados Unidos es el del diablo temido de la inflación o, en el peor de los casos, un crecimiento acelerado de corto plazo, para caer en el estancamiento con inflación. Cualquiera que sea su suerte, el programa de Biden impactará en todo el planeta, de modo desigual.
Como se ve, tanto los del foro, como Biden, no se andan con mirruñas. Quieren “reiniciar el mundo”. ¿Y qué es el mundo? Con mucho, los capitales que trazan el rumbo por el que continúan creciendo las ingentes riquezas acumuladas por unos cuantos. Al mismo tiempo, sin remedio, esos cuantos verán, de manera creciente, los excesos de las mayorías; esas que ahora se han convertido en la marabunta que quiere migrar, a como dé lugar, a los centros. Legiones de greasy men que huelen mal y dan mal aspecto avanzan cada día y los señores de los centros empiezan a sentirse asediados. Lo peor es su total incomprensión de los hechos. Creen que son unos pelagatos en cuya penuria ellos nada tuvieron que ver. Así, les es imposible diseñar un programa que los ayude a construirse una vida decente.
Es decir, el reset no incluye a los excluidos del orbe. Los billonarios se volverán trillonarios en un mar de parias. El statu quo gringo acaba de aplastar el intento de los trabajadores de Amazon por formar un sindicato. En todas partes se cuecen habas contra los trabajadores.
La economía mexicana vivió siempre con una restricción del sector externo al crecimiento de la economía: los déficits externos hicieron crecer la deuda con el exterior sin pausa. Es el problema agudo que hoy enfrenta Argentina. México lo dejó atrás con el TLCAN-T-MEC. Adquirimos otra forma de dependencia y ocurrió que, sin esa restricción, no crecemos y empeoramos la desigualdad. Sin el trabajo de los que se colaron en Estados Unidos, los de abajo estarían mucho peor.
No tenemos resuelto el problema de una economía que se haga cargo de que el crecimiento del producto no puede ser infinito –en ninguna parte–, y que al mismo tiempo provea lo necesario, en materia de salud, alimento, vestido, educación, techo. Desde luego, no es un tema de especialistas en macroeconomía, sino un problema de poder, un asunto político. Se trata de satisfacer esas necesidades pero, si para que ocurra esa provisión, alguien debe ganar dinero, mucho mejor si es mucho dinero, el problema no puede ser resuelto. O se produce para satisfacer necesidades o se produce para obtener ganancias. Son términos excluyentes, lo tenemos muy probado.
Viene un endemoniado reset en los vecinos, que ya está alborotando a los privilegiados de México. Se soban las manos. El poder en México tiene que ser construido para frenar de una vez por todas la exclusión.