No sé por qué, algunos de mis cercanos amigos consideran que soy un tipo demasiado obsesivo compulsivo/obsesivo compulsivo/obsesivo/compulsivo. Me lo repitieron cuando les comenté que la presente columneta versaría, otra vez, sobre algunos problemas colaterales de la pandemia a los que, inexplicablemente, siento que no se les ha dado la debida importancia. Ignoramos, por ejemplo, datos no sólo importantes sino espeluznantes, acerca de la irracional guerra entre los irresponsables y deshumanizados consorcios farmacéuticos mundiales, ávidos de utilidades y absolutamente desinteresados de los seres humanos individuales y, ni siquiera, de la humanidad en su conjunto.
Apenas el 10 de enero de 2021, Braulio Carbajal, como es su costumbre, nos epató con la siguiente información: las empresas farmacéuticas aumentaron su valor de mercado en casi 90 mil millones de dólares, es decir, casi tres veces más que los 653 mil 400 millones de pesos que el gobierno mexicano tenía proyectado el año pasado para el sector salud.
Los 1.7 billones de pesos que, en valor de mercado, ganaron las farmacéuticas, equivalen a 27% de los 6.2 billones de pesos que, según la Secretaría de Hacienda, serían los ingresos del país en 2021.
Sandra Hernández y Alejandro Cruz incursionan en las gustadas secciones de sociales y nos hablan de la última prenda que ha evolucionado el atuendo de 80% de los habitantes del país incluidos, por supuesto, los desarrapados de la tierra y socios de los campos nudistas de Zipolite y Yerbabuena en Oaxaca o El Secreto en Guerrero. Resulta que, según la Asociación Nacional de Farmacias, la fabricación de cubrebocas se ha convertido en un negocio multimillonario pues, aunque el costo promedio por pieza no es muy elevado, su constante reposición significa una producción de millones de piezas mensuales y, por lo mismo, una considerable suma de dinero. Al aflorar el ingenio y la creatividad, pronto estuvieron en los mentones de cientos de ciudadanos. Vi a un Diego Fernández de Cevallos con una luenga barba que incluía una leyenda: “hampón, misógino pero muy católico. Los virus no me provocan ni un pinche cólico”. También reconocí en los maxilares juveniles a todos los héroes de Marvel y le aplaudí a una abuelita que traía su propio retrato impreso en el cubrebocas que tenía forma de un gran escapulario con la leyenda: “Vade Retro satanavirus, el corazón de Jesús está con Mirus”. Me explicó, hablándome de ladito, que ella sí era fiel creyente de los escapularios y los detente, porque su abuelo había sido compañero nada menos que de Anacleto González Flores (le encantó que yo supiera, como buen acejotaemero en mi adolescencia, quién había sido este abogado tapatío considerado mártir por los participantes de la Cristiada). Lo de Mirus no fue para hacer un mal verso sino porque así me dicen en casa, aclaró.
Pues el caso es que los tapabocas se convirtieron en una industria mundial. Se producen con toda clase de materiales y se venden en el transporte público, comercio ambulante y obviamente por medio de las redes, por eso en Time Square encantan los colores del sureste mexicano. Pues pese a lo dicho, los cubrebocas, por millonaria que sea su producción, son peccata minuta en los negocios de la pandemia.
Déjenme adelantarles algunos temas del próximo lunes (Dios mediante). La pandemia y el negocio para los multimillonarios en EU. La concentración en una minoría de la población mundial del número de las vacunas aplicadas. La falta de materiales necesarios para la producción de un mayor y urgente número de vacunas y etc., y etc. ¿Les parecen temas interesantes para la siguiente semana?
No soy afecto a emitir pronósticos, sobre todo porque generalmente acierto en los malos y abanico en los buenos. Es comprensible que no quiera convertirme en un pajarraco de mal agüero, pero hoy una excepción: Lilia Rossbach va a ser una espléndida embajadora. Me atrevo a la afirmación porque, diría mi pariente, el antes mojado y hoy migrante: I have the pelos in my hand. No hago mención de ellos ahora porque en estos días Rossbach va a estar sepulta en un torrente de elogios, halagos y propuestas y, ¡quién lo creyera!, algunos hasta serán sinceros. También del otro estarán las descalificaciones, las invectivas, las bilis derramadas por la envidia y los rencores amistosos y fraternos y, por supuesto, sibilinos.
La futura embajadora mexicana será un grato gesto de amistad con el pueblo argentino.
Twitter: @ortiztejeda