En tiempos de pandemia, las elecciones en América Latina se han convertido en una evaluación de la conducción de la emergencia sanitaria y la crisis económica. En un reporte, la ONU estima que la participación se ha mantenido: los ciudadanos apuestan por esta ruta para elegir a quienes los van a sacar de la coyuntura.
Garantizar las votaciones –según diversos organismos internacionales– es un desafío para evitar mayores contagios, lo que obliga a acciones compatibles, como postergar comicios, ampliar presupuestos y modificar formas de sufragar.
En México, sostiene el coordinador de Asuntos Internacionales del Instituto Nacional Electoral (INE), Manuel Carrillo Poblano, los márgenes son mucho más estrechos, no solamente por el abigarrado sistema legal electoral que acota decisiones, sino por las enormes suspicacias que hay en el país por su historia electoral.
“Hay países que han ampliado a dos días la votación o se han adoptado alternativas, como el sufragio anticipado. En México, eso sería impensable por la desconfianza que prevalece”, explica.
Las recomendaciones de la Organización de Estados Americanos (OEA) a fin de que los gobiernos incrementen los recursos para la realización de comicios en condiciones de seguridad sanitaria han sido aceptadas, a pesar de la estrechez en las finanzas públicas latinoamericanas provocada por la crisis económica. México –admite Carrillo Poblano– es el único donde esto no ha ocurrido, al contrario, se recortó el presupuesto (870 millones de pesos).
Las repercursiones alcanzan otro ámbito central: la forma de hacer campaña. Los reportes de observación de la OEA dan cuenta de la catalización del tránsito hacia las redes sociales en tiempos en que las condiciones sanitarias reducen el margen para las grandes concentraciones.
Como en México, las autoridades electorales se han constreñido a recomendar medidas que privilegien la reducción en los riesgos de contagio, porque no se pueden asumir como autoridades sanitarias que ordenen acciones. “Por esa razón, esto implica una corresponsabilidad de los candidatos y partidos. No hay gobierno o autoridad en el mundo que pueda sacar adelante solo esta pandemia”, afirma Carrillo Poblano.
Las elecciones en América Latina se han realizado en un adverso entorno social y político. La Comisión Económica para América Latina (Cepal) subraya que la pandemia ha “empeorado los índices de desigualdad en la región y las tasas de ocupación. Además, ha puesto al desnudo las desigualdades estructurales. La pobreza y pobreza extrema alcanzaron en 2020 en América Latina niveles que no se han observado en los últimos 20 años”.
A partir de que estalló la pandemia, a escala mundial se han aplazado 71 elecciones, en su posterior realización y las que se han efectuado en las fechas convenidas, el impacto en la participación ha sido desigual. “En comparación con los promedios históricos, el incremento de la participación electoral varió de menos de 1 a 7 puntos porcentuales, y las disminuciones variaron de 7 a 21 puntos porcentuales”, es decir, aun cuando el balance general es una relativa estabilidad en la votación, donde se han registrado bajas han sido acentuadas.
En un balance reciente de la ONU sobre el comportamiento electoral, se advierte que en los lugares donde la participación baja es un “signo preocupante” de la salud democrática de un país, aunque en América Latina “la confianza en las elecciones ya era frágil antes de la llegada del Covid-19” .
Para la OEA, la coyuntura sanitaria no puede saldarse con la reducción de la autonomía de las autoridades electorales, aunque aminorar los riesgos del Covid-19 suponga más estrecha colaboración. “Desde 2020 –apunta el funcionario del INE– sólo en República Dominicana los comicios dispararon el nivel de la pandemia, pero porque estuvo asociada al fin de la estrategia de confinamiento. Tres días antes de la jornada se levantaron las restricciones y tuvo repercusiones importantes”.