¿Qué es, cómo empezó y para qué sirve ese peculiar procedimiento legislativo que en Estados Unidos se conoce como filibuster (pirateo)? Es un recurso político en el Senado para obstruir, coartar o alargar la posibilidad de que una ley, propuesta o regla sea aprobada. No está escrito (codificado) en la Constitución, pero desde que se empleó por primera vez en 1837, ha sido un recurso de los conservadores para preservar los derechos de una minoría (generalmente rapaz) en detrimento de las mayorías (habitualmente en desventaja).
El común denominador en las ocasiones que se ha echado mano de este procedimiento ha sido para evitar las propuestas de ley que benefician a la mayoría de la población. Es obvio decir que ha sido el sector más conservador el que lo ha empleado. En 1957 un senador republicano habló durante 24 horas 18 minutos para postergar la aprobación del Acta de los Derechos Civiles. En otra ocasión, cuando en 1846 en una curiosa coincidencia los senadores demócratas de los estados sureños hicieron causa común con los republicanos para evitar la aprobación en la compra de una parte del territorio mexicano debido que contenía una cláusula o enmienda que prohibía el esclavismo en ese territorio.
Pero eso es historia. En la actualidad, cualquier propuesta debe ser aprobada por mayoría calificada: 60 de los 100 miembros que integran el Senado. La forma de evitar esa norma sería mediante el empleo de un recurso conocido como “opción nuclear”, que consiste en la aprobación de cualquier propuesta por mayoría simple (50 más uno). Sin embargo, en este momento no es posible usar tal recurso, debido a que un senador demócrata de Virginia, en una alianza de facto con el Partido Republicano, ha exigido que las propuestas del presidente se aprueben por la mayoría calificada. En otras palabras, sería necesario convencer a por lo menos 10 republicanos a votar con los demócratas, lo que parece casi imposible, por lo que la “opción nuclear” está descartada por ahora.
En este contexto, se antoja difícil, más no imposible, que el propósito de Biden de revertir, no sólo las atroces medidas que Trump implementó, sino incluso algunas otras que desde tiempo atrás han impedido un mayor beneficio para la mayoría de la población. La escasa ventaja que su partido tiene en el Senado y el ambiente tenso prevaleciente serán un obstáculo para que algunas de sus más importantes propuestas se concreten.
De lo que no hay duda es que Biden ha resultado un líder más progresista de lo que nadie imaginó, pero ese giro tiene una explicación: ha caído en cuenta de que las políticas conservadoras, una de ellas la restricción en el gasto, han sido responsables del aumento de la pobreza y la desigualdad. La posibilidad del cambio radical al que aspiran los sectores más progresistas en el país pende de un hilo, o para decirlo más correctamente, de un voto. Lo obliga a buscar otras vías para revertir la historia de quienes han sido los perdedores de siempre.
Por lo pronto ha iniciado una serie de reuniones con los opositores a su plan para negociar algunas de sus propuestas, aunque ha declarado que no cederá en las que tienen el propósito de beneficiar a la mayoría de la población.
Hay que admitir que la necesidad de negociar es una parte esencial del proceso político. Pero, ¿hasta dónde es posible ceder cuando está demostrado que en ocasiones anteriores la cesión ha favorecido invariablemente a un grupo minoritario cuyos privilegios han sido determinantes en las profundas desigualdades que hoy en día caracterizan a las sociedades?.