Ciudad de México. La fama no es un asunto que le interese a la joven pianista mexicana María Hanneman, quien a sus recién cumplidos 15 años ya tiene 11 de trayectoria y un impresionante palmarés en certámenes de renombre mundial.
Tan sólo en los primeros cuatro meses de este 2021 suma cinco premios más en competencias internacionales, entre ellos, en enero, el segundo lugar en la Great Composers International Music Competition de Londres, Inglaterra, con la mejor interpretación de Mozart; en febrero, el primero en la Grand Prize Virtuoso International Music Competition de Londres; en marzo, el segundo en la categoría de Piano solo del concurso Carmel Klavier Latinoamérica de Bogotá, Colombia, y hace unos días, el segundo en la competencia Great Composers The Music of Eastern Europe de Londres.
“¡Famoso, Michael Jackson! Me considero una niña normal que estudia y le pone dedicación al piano, que es lo que más disfruto. Lo único que me gusta es tocar; para nada me interesa la fama.”
Estudiante de tercero de secundaria y de cuarto grado profesional en el Conservatorio Nacional, María Hanneman se dice sorprendida por los resultados obtenidos en los concursos de piano: “¡Se siente muy padre ganar!” Aclara que participa en ellos con el fin de aprender y mejorar, pues es consciente de que está en etapa formativa.
“Me gusta la adrenalina de competir, aunque también me da un poco de miedo. Nunca se sabe qué esperan o quieren de ti los jueces, si se fijan en la técnica, los dedos, la musicalidad o el repertorio. Los concursos son para medirme y aprender de los demás y de mis errores, son ejercicios para mantenerme activa y aprender nuevas piezas”, señala en entrevista.
“Pero lo que más me gusta es dar recitales; nunca me dan miedo, aunque sí nervios, y creo que eso me ayuda. Siento mucha emoción y respeto por el público y el compositor cada vez que me presento en uno.”
La joven pianista tiene muy claro que su vida es la música y el piano, instrumento que comenzó a tocar desde los cuatro años y al que considera un miembro más de su familia.
“El piano es como mi hermano y así lo trato, como alguien que siempre amas, aunque a veces te pelees con él o te desespere. Lo quiero mucho, paso mucho tiempo con él y vivimos juntos muchas aventuras y experiencias”, comenta.
“La música es mi vida, desde siempre. Fui prematura, y en la incubadora me pusieron un peluche con música de Mozart. Desde entonces, la música está presente en todo lo que hago, me emociona mucho; a veces lloro cuando la escucho.
“Mozart es mi compositor favorito, es un genio, a veces juguetón, puede ser romántico en otras. Me gusta también Rachmaninov, es muy energético y para tocarlo se deben tener unas manotas, y las mías no son tan grandes. Chopin es otro de mis favoritos, el romántico por excelencia, aunque a veces se ponga muy intenso. Sí, amo a Mozart, pero le pongo los cuernos con los otros dos.”
Si bien estudia su instrumento entre cuatro y cinco horas diarias, además de asistir a sus clases regulares y al conservatorio, María Hanneman considera que ha tenido una vida feliz y una infancia normal.
“Me he divertido mucho, he viajado, tengo amigos, he jugado a las muñecas y con mis perros; pinto, veo la tele. No he tenido una infancia triste; al contrario, ha sido increíble, siempre con el apoyo de mis padres –que no son músicos– y maestros. Soy privilegiada, he tenido infinidad de oportunidades y estoy agradecida con la vida por ello y por hacer lo que me gusta.”
Entre sus sueños se encuentra presentarse un día en la sala principal del Palacio de Bellas Artes y, si pudiera hacerlo, tocar al lado de Daniel Barenboim, Jorge Federico Osorio, Glenn Gould y Vladimir Horowitz, aunque sabe que estos dos últimos están muertos.
La pianista se dice muy contenta de poder regresar a las actividades presenciales: “El encierro por la pandemia ha estado muy cañón”.
El 22 de abril actuará al lado de la Orquesta Filarmónica del Desierto, en Coahuila; el 30 dará un concierto con motivo del Día del Niño organizado por el DIF y el 5 de mayo se presentará con la Orquesta de Cámara de Zapopan.