El ejemplo de Jonas Salk hace 66 años de negarse a patentar su descubrimiento de la vacuna contra la poliomielitis –que significó dejar de ganar millones de dólares– no tiene eco hoy día frente al interés comercial de una docena de farmacéuticas que lograron desarrollar 19 diferentes vacunas contra el Covid.
Ninguno de los países más ricos en la Organización Mundial de Comercio acogió el llamado de más de 100 naciones en desarrollo o subdesarrollo de suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual de las corporaciones para que otros industriales, con capacidad tecnológica, puedan fabricar las dosis necesarias, única esperanza por ahora para contener la pandemia.
Según estudios citados por Ann Marriot, responsable de temas de salud pública de Oxfam, de continuar el inequitativo modelo de vacunación global –un apartheid, lo denominó– en la mayoría de los países no habrá acceso a la inmunización sino hasta fines de 2023 y 2024.
Para que la humanidad alcance un nivel de inmunidad aceptable, frente a un virus que no conoce fronteras y se expande aceleradamente ya en una tercera ola, al menos 70 por ciento de la población mundial debería estar vacunada para fines de este año.
No alcanzar esta meta, concluye a su vez Jimmy Whitworth, representante de la OMS para estrategias de desarrollo de salud pública en países en desarrollo, significa “un fracaso moral para todos nosotros”.
En una videoconferencia transmitida desde Londres como arranque de la campaña Vacunas para la gente, impulsada por Oxfam, Amnistía Internacional y Global Justice Now, especialistas insistieron en la urgencia de “romper las barreras legales” (de patentes comerciales) y tecnológicas para acelerar al máximo y en todo el mundo la fabricación de vacunas a bajo costo.
Marriot y Whitworth cuestionaron, en primer lugar, el derecho de las corporaciones de hacer valer sus derechos comerciales sobre las patentes, cuando se ha documentado que estas compañías y centros de investigación lograron la hazaña científica de desarrollar vacunas contra Covid en menos de un año gracias, principalmente, al financiamiento con recursos públicos.
“Gozan de una posición extremadamente cómoda”, expresó Whitworth, profesor de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, porque los gobiernos de Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido “han bloqueado cualquier solución en este sentido”.
Por su parte, Rory Horner, estudioso de la geopolítica comercial de la industria farmacéutica en la Universidad de Manchester, habló sobre experiencias previas en las que dos grandes complejos farmacéuticos, de China e India, lograron surtir a los países más pobres del mundo con medicamentos a una fracción de su costo comercial mediante la producción sin patentes.
India es el tercer mayor productor de genéricos (medicamentos ya sin patente) del mundo. Su capacidad industrial es estatal. Su Instituto Serum, que ahora fabrica vacunas AstraZeneca con licencia de la firma anglo-sueca, se comprometió a enviar 50 por ciento de su producción a los países más pobres.
Horner recordó su hazaña en los años 80, cuando la pandemia del sida. En Sudáfrica la esperanza de vida cayó hasta los 53 años en 1985. India vendió los cocteles retrovirales apenas a una fracción del precio de estos medicamentos de patente y logró hacer la gran diferencia. En 2020 la esperanza de vida de los sudafricanos se registró en 70 años.
Sin embargo, en días pasados, India anunció que no podía cumplir su compromiso de dotar de vacunas a los países más pobres y que las usaría para consumo propio. Las razones son más que atendibles. Apenas antier, azotado por la tercera ola, el país registró 200 mil nuevos contagios de Covid en apenas 24 horas.
La gran lección de India es que con la adecuada transferencia de tecnología y la liberación de patentes se puede lograr que muchos países fabriquen vacunas contra Covid de manera más acelerada.
AstraZeneca es la única excepción de una vacuna que se produce y vende sin que su único criterio sea el de la ganancia y que distribuye sus dosis al costo de producción.
Por otra parte, el mecanismo Covax de la OMS apenas ha logrado reunir de los países ricos dinero suficiente para producir 2 mil millones de dosis de vacunas en un año. “Demasiado lento”, coincidieron todos los especialistas.
Reconocieron además que China y Rusia están haciendo donaciones de sus biológicos Sinovac y Sputnik para cerrar la enorme brecha.