América Latina y el Caribe es la región más desigual del planeta y la crisis socioeconómica provocada por la pandemia sólo ha reforzado tal clasificación. En un intento por paliar los devastadores efectos, siempre con el manual neoliberal a la mano, muchos gobiernos incrementaron sus de por sí elevados niveles de endeudamiento y a un año de distancia ni de lejos resolvieron el problema, pero sí agudizaron el que ya tenían por el costo del servicio de sus respectivos débitos.
Si antes de un mayor endeudamiento resultaba prácticamente imposible cumplir con el calendario pactado con los acreedores, ahora la situación es más que complicada e incluso ya hay voces de alarma que advierten sobre una nueva crisis internacional de la deuda, como sucedió en la década de los 80 del siglo pasado.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) aporta un elemento devastador: sólo en 2020 la deuda pública de América Latina y el Caribe aumentó 14 puntos porcentuales del producto interno bruto regional, al pasar de 58 por ciento en 2019 a 72 por ciento al cierre de diciembre pasado, “y en un escenario central seguirá aumentando hasta llegar a 76 por ciento hacia 2023”. Además, entre un año y otro los déficits fiscales totales se incrementaron, en promedio, 5.3 puntos porcentuales del PIB.
Caso particular es el de las naciones dependientes del turismo, en las que la deuda se incrementó de 63 a 80 por ciento del PIB en el primer año de la pandemia, “y en un escenario central podría aumentar hasta 87 por ciento hacia 2023. La alta exposición de los países dependientes del turismo subraya la naturaleza internacional de esta crisis”.
Ante tal situación, advierte el BID, “la mayoría de los países planea ajustes fiscales para disminuir los niveles de deuda a lo largo del tiempo. Si bien un plan de ajuste más ambicioso significa que se requeriría menos ajuste (a medida que la deuda disminuye, se reduce el pago de los intereses), puede tener un impacto negativo en el crecimiento. Un ajuste más progresivo, en cambio, ayudaría en la recuperación de la crisis, si bien se requerirá más ajuste. La mejora de las instituciones fiscales podría ser particularmente benéfica al dotarlas de una mayor credibilidad, ayudando así a mantener bajas las tasas de interés y permitir un programa de ajuste más progresivo con menos costos y menos impacto negativo en el crecimiento”. En pocas palabras, el circuito que, desde hace 40 años, ha perpetuado el subdesarrollo regional y el permanente empobrecimiento de su población.
Para el citado organismo financiero, “en algunos casos también se requeriría restructurar la deuda. La mayoría de los países en la región son de ingresos medios y los empréstitos comerciales son muy superiores a los del sector oficial. Una preocupación natural es si los altos niveles de deuda pueden llevar a una repetición de los años 80. Sin embargo, actualmente el débito comercial asume más la forma de bonos que de préstamos bancarios y numerosas naciones han incorporado cláusulas de acción colectiva en los contratos que deberían facilitar cualquier renegociación con los acreedores. La lección de los años 80 es que no fueron las restructuraciones en sí mismas las que provocaron la década perdida, sino más bien los retrasos en la restructuración de la deuda, el financiamiento monetario de los déficits fiscales, la represión financiera y la laxitud regulatoria” (según el BID, desde luego).
De cualquier suerte, el BID estima que América Latina y el Caribe “se recuperará en 2021, con una proyección de crecimiento de 4.1 por ciento y una posterior vuelta a la tendencia de cerca de 2.5 al año. La recuperación ha sido facilitada por el crecimiento positivo de China en 2020 y es favorecida por la proyección de 8 por ciento de crecimiento para ese país en 2021. El escenario base supone que los países siguen abriéndose y que no se ven obligados a nuevos confinamientos, a pesar de un número considerable de nuevos casos diarios de Covid-19 y que los programas de despliegue de la vacuna avanzan según lo planeado, logrando una inmunidad generalizada en la mayoría durante el segundo semestre de este año”. Aun así, “cualquier proyección llevará la huella de la incertidumbre”.
Las rebanadas del pastel
La reforma a la Ley de Hidrocarburos pasó el filtro de San Lázaro. Sólo resta el Senado, donde, sin duda, será aprobada.