Con motivo de su muerte llueven elogios a Felipe, esposo durante 73 años de la reina Isabel II. De él dicen que, pese a caminar siempre dos pasos atrás de ella, como marca el protocolo, fue su luz y clave para la supervivencia de una institución desacreditada por los escándalos de algunos de sus integrantes.
Sin embargo, Felipe hizo gala de racismo, misoginia y discriminación. Estos rasgos los quisieron encubrir como “frases emitidas fuera del protocolo real”. Mas lo cierto es que siempre miró con desprecio a los habitantes de las antiguas colonias inglesas y a los de otros países.
Por ejemplo, “los nativos de Nueva Guinea son caníbales”; los de Escocia, “borrachos”; los de las islas Caimán, en el Caribe, “piratas”; en referencia a Filipinas dijo que “debe estar medio vacía porque están todos trabajando en Inglaterra”. De los pueblos aborígenes de Australia aseguró que “se matan a flechazos”. A un grupo de niños sordos del Caribe, que estaban al lado de una orquesta de tambores, les dijo: “Si están aquí, ya me imagino porque están sordos”. Cuando Isabel II le preguntó a un ciego si le quedaba algo de vista, Felipe respondió: “No mucha, a juzgar por su corbata”.
Poco respetuoso con las mujeres, sostuvo que “las británicas no saben cocinar”, “no creo que una prostituta tenga más moral que una esposa; al fin y al cabo hacen lo mismo”. Al aceptar en Kenia un regalo de una mujer, le preguntó: “Eres mujer, ¿no?” Al saber que Madonna interpretaría Die Another Day, tema principal de una película de James Bond, advirtió: “¿Necesitaremos tapones para las oídos?”
Aunque los ingresos por turismo son fuente importante de divisas, sostuvo que los problemas de tránsito que registra Londres se debían a los visitantes. Por eso “era conveniente limitar su número”. Seguimos: “Me gustaría mucho ir a Rusia, aunque los cabrones asesinaron a la mitad de mi familia”. Cabe aclarar que Olga, su abuela paterna, era nieta del zar Nicolás I, de la dinastía Romanov, que esclavizó Rusia hasta la Revolución de 1917.
A unos estudiantes británicos en China les dijo que si permanecían mucho tiempo allí, “quedarían con los ojos rasgados”. A los húngaros los llamó “gordinflones”; al ver una caja de fusibles que fallaba durante su visita a una fábrica, sentenció: “Parece que la ha montado un indio”. A una inglesa senderista en Nueva Guinea le preguntó: “¿Cómo hiciste para que no te comieran?” Pero Felipe tenía sus virtudes. Su nieto Harry dice que hacía la mejor barbacoa.