El fotógrafo Marco Antonio Cruz, fundador de La Jornada, desde el inicio de su trabajo reunió “una preocupación estética como autor y su compromiso político; este equilibrio fue fundamental”, explica el investigador Alberto del Castillo Troncoso, autor de Marco Antonio Cruz: la construcción de una mirada (1976-1986).
La investigación será presentada hoy en el homenaje que se realizará al fotoperiodista fallecido el pasado 2 de abril. De forma posterior, se desarrollarán otras conferencias con la participación de Martha Loyo, los historiadores del arte Valeria Sánchez y Ariel Arnal y fotógrafos.
El profesor investigador del Instituto Mora menciona que su libro “se centra en los primeros años de Marco, de 1976 a 1986, porque entendí la necesidad de hacer un trabajo mucho más riguroso y sistemático, que siguiera paso a paso a uno delos fotógrafos más importantes de la historia reciente de este país, bajo la premisa de que en esa década están las claves para entender la mirada de Marco Antonio Cruz.
“Es el referente por los premios que ha alcanzado, por el reconocimiento nacional e internacional, por sus trabajos dentro del campo de foto ensayo, con obras monumentales como Cafetaleros o Ensayo sobre la ceguera con varios años de proceso de un fotógrafo muy comprometido con el lenguaje visual y también con sus referen-tes documentales.”
En su investigación, para la que sostuvo largas conversaciones con el fotógrafo y accedió a su archivo, “la idea era cavar un foso profundo para ir encontrando otras cosas de Marco que no fueran conocidas. Se publican en el libro algunas imágenes que el propio Marco reconoce después de muchos años”, sostiene Del Castillo.
“Hay una parte muy interesante vinculada con la exposición que hicimos en 2016 y 2017, con los investigadores Laura González y Alfonso Morales, la gran retrospectiva del trabajo de Marco en el Centro de la Imagen.
“Realizamos una serie de hallazgos: las primeras fotografías de Marco. Muy urbanas, con un contenido documental pero una búsqueda estética: las huellas de un zapato dentro del cemento fresco, el paso fantasmal de un cliente frente a un café en el Centro Histórico, sus primeras visiones de la Torre Latinoamericana o una de dos mujeres con sus sombras fantasmales que se llama Dos de octubre, que alude a la matanza de una manera muy fina.”
Cruz, menciona el investigador, tiene la particularidad de haberse formado en la poblana Escuela Popular de Arte a mediados de los 70. “Esos años iniciales en la escultura, la pintura y el grabado hacen que tenga una impronta muy profunda dentro del campo de las artes y de la estética”.
Los primeros años en la Ciudad de México son esenciales: “le provoca un asombro, un enamoramiento de golpe, que va a durar toda su vida. Esa capacidad de asombro del que viene de afuera y conoce por primera vez la capital, se enamora de ella y la retrata hasta sus últimas consecuencias, es otra de las características muy personales de Marco”.
El autor refiere que cuando Cruz arriba a la Ciudad de México a finales de los 70, empieza a realizar en la revista Interviú sus primeros reportajes fotográficos. Más tarde se desarrolla en Sucesos y los semanarios Oposición y Así es, órganos de difusión del Partido Comunista Mexicano, donde “tiene la oportunidad de desplegar su trabajo con la agenda de la izquierda que está pendiente de los problemas sociales más importantes del país”.
Más tarde incursiona en un capítulo que va a ser fundamental en su vida: la fundación del departamento de fotografía del periódico de La Jornada, cuyo coordinador era Pedro Valtierra, quien forma un equipo de trabajo muy interesante. Hay una gran cercanía con Marco Antonio en esa época y de éste con Andrés Garay y Fabrizio León.
Tras dos años vertiginosos en este diario sale y forma la agencia Imagen Latina, “otro de los grandes proyectos de su vida, y que va a durar cerca de 17 años, donde la participación de su compañera de toda la vida, Ángeles Torrejón, es también fundamental”. Ahí forma nuevos cuadros dentro del fotoperiodismo y tiene la “pausa y el ritmo para ir elaborando algo que va a definir también su vida profesional: los fotoensayos”.
Marco Antonio no es un caso único y aislado en el fotoperiodismo mexicano en los últimos 40 años. Referencias anteriores como Rodrigo Moya, Héctor García, Nacho López. Aprende mucho de ellos, pero también tiene compañeros de ruta más horizontal, como Pedro Valtierra, Fabrizio León y Francisco Mata, así como quienes lo ven muy de cerca, como Raúl Ortega.
Para la etapa final, se convirtió en jefe del departamento de fotografía de la revista Proceso, a partir de 2003 por una invitación directa de Julio Scherer. “Ahí es el Marco maduro que se convierte en editor del trabajo de sus propios colegas y le toca repartir lo que aprendió en Oposición, en Así es y en La Jornada”.
El homenaje a Marco Antonio Cruz se realiza hoy a las 18 horas; participan Rebeca Monroy Nasr, John Mraz, Héctor Zarauz y Alberto del Castillo. Se transmitirá por la página de Facebook del Instituto Mora.